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El ser humano nace dotado de un desarrollado sistema nervioso. El progresivo desarrollo de sus capacidades cognitivas lo llevará a adquirir conciencia de su existencia diferenciada (autoconsciencia) y le llevará a adquirir una capacidad comunicativa en forma de lenguaje complejo. La progresiva interacción con el medio social, más la carga genética que lleva, le convertirá en un ser social y cultural capaz de tratar tanto con el entorno sensual como con el mundo interno.
Tenemos una mente. Tenemos muchas funciones mentales a través de las cuales ponderamos y decidimos actuar. Pero también tenemos funciones mentales que nos facilitan el ponderar y decidir, de forma que la mayor parte de las tareas estén automatizadas. Distinguimos entre pensamientos y sentimientos. Pero en realidad son algoritmos de respuesta, que tienen bases neurofisiológicas y que responden a grabaciones de datos previos, aprendizajes y condicionamientos. En el estado habitual del ser humano el pensamiento no es original, siempre es copia, reformulación de ideas acumuladas y procedentes de otros entornos, expresadas con la identidad o personalidad de cada sujeto.
El pensamiento ordinario es asociativo, por tanto inscrito en algoritmos basados en lecturas o reflexiones previas. Todo ello nos lleva a cuestionar la originalidad del pensar humano ordinario así como a cuestionar la libertad de sentimiento. El sentir, como el pensar, es a nuestro nivel, un automatismo, basado en el aprendizaje y las experiencias previas, que se desencadena mayormente como respuesta a determinados estímulos, sean externos como la intervención de terceros o interno como el caso de respuesta a estados neurohormonales o neurobioquímicos, que han desencadenado estímulos ajenos a nuestro control voluntario.
Tenemos un “sentido” interno de reconocimiento del yo. Sabemos que “somos” algo que está más allá o más en un plano profundo respecto a la presencia que nos da la personalidad por la que somos reconocidos como individuos.
Ese “yo mismo”, el self, que en ocasiones sentimos como ajeno a la personalidad que nos condiciona y domina, es el núcleo del Ser que somos. Pero fruto de la mecanicidad evolutiva que nos protege e incrementa nuestra supervivencia, se han instalado mecanismos mentales, funciones, algoritmos, que controlan la capacidad de “sentirnos yo” y en la vida ordinaria identificamos el pensamiento “yo soy” con “soy la personalidad”, como si la personalidad fuera la totalidad del Ser que somos. Este mecanismo lo llamamos identificación.
La identificación se da en muchos mecanismos psicológicos y tiene como objeto mejorar nuestras capacidades para automatizar procesos sin cuya participación tendríamos mayor gasto energético o dicho de otra manera seríamos menos eficaces de cara a los objetivos de la naturaleza, de la que somos parte y consecuencia.
Tenemos un actor, el Ser global que somos, que no tiene materialidad pues es una función de nuestra mente, es La Función Global.
Tenemos un personaje, la Personalidad que nos da presencia real y que esta dotada de funciones mentales adquiridas, elaboradas y muy desarrolladas, unas funciones entre las que se incluye la de sustraer nuestra atención y evitar que nos percibamos como ser global. Porque, a efectos prácticos, basta con que nuestro autoreconocimiento como individuo esté ligado al personaje, a la personalidad, a lo que nos da presencia real y palpable.
El Actor, esa Función Global, pierde desarrollo y crecimiento a partir de que la Personalidad toma todo el protagonismo y anula en el “yo soy” la percepción del self verdadero. Este progresivo abandono hace que nuestra percepción de que hay algo por encima del personaje, por encima de la Personalidad, se vaya perdiendo durante el paso de la infancia a la edad adulta.
Comparado con el gran desarrollo de la Personalidad, el Ser esencial, la Funcion Global tomada como self, es como un niño que no ha podido enriquecerse o crecer, por que, a partir de un punto, la potencia de adquisición de contenidos que exhibe la personalidad, es tan grande que ahoga el posible crecimiento y manifestaciones de la esencia.
No es anormal que esto ocurra. Está en nuestro diseño y cumple con una finalidad evolutiva que durante miles de años nos ha modelado para mejorar nuestra supervivencia.
Haremos un símil o una analogía para ilustrar un poco más el Mapa de nuestra situación.
Toda semilla tiene dos partes, la parte germinativa y la parte nutriente de la que la germinativa se alimentará hasta que la semilla se transforme en un ente vegetal por sí mismo, una fusión entre germinación y nutrición que dará lugar a un individuo nuevo.
Como veis nada es nuevo, y las parábolas también explican esta situación.
La función nutritiva debe de alimentarse, crecer, enriquecerse y lo hará buscando con sus raíces el mejor terreno posible. Una vez enraíce seguirá creciendo hasta que pueda transferir el control del crecimiento verdadero al germen. Porque el nuevo ser, la nueva planta no puede nacer sólo de la parte nutriente, allí no están las instrucciones genéticas que le darán forma y permitirán el desarrollo de la nueva planta…. Si plantáramos una semilla, sea nuez, grano de trigo o manzana, y le quitáramos el germen del trigo o de la nuez o las pepitas de la manzana… que pasaría? Que la parte nutriente acabaría podrida sin ninguna posibilidad de desarrollar un nuevo ser…. Pero qué pasaría si arrancado el germen o las pepitas las plantáramos sin la protección de la parte nutriente del fruto, pues que el germen moriría de inanición al ser incapaz de alimentarse en sus primeras fases del desarrollo.
De la misma manera la Personalidad ha de pasar por una etapa de enriquecimiento, de crecimiento y desarrollo que es esencial pues el material acumulado, la experiencia vital con todos los bagajes adquiridos, con la implementación de miles y miles de algoritmos, serán necesarios en el momento en que la parte esencial del Ser despierte a la necesidad de nutrirse de todo este contenido.
Podríamos dividir el proceso evolutivo en etapas, lo que puede hacer al Mapa más comprensible.
Durante una etapa más o menos larga de la vida, el ser humano vive identificado con la Personalidad, ignorando la mayor parte de las veces la co-existencia de una función mayor, la Función Global, en donde podemos ubicar el self, el reconocimiento del “yo soy” que no va aparejado al ego o “yo mismo” propios de la Personalidad.
En esta etapa el individuo adquiere datos, conocimientos y mecanismos que son incorporados al bagaje de la persona mediante la comprensión literal o sensual y en menor grado mediante la comprensión pseudo psicológica.
En un momento determinado la persona, por las razones que sean, se interroga sobre su existencia. Se vierte hacia su interior abstracto en lugar de vivir en lo sensual. Es en este momento cuando se percibe como un ser incapaz de reformar sus conductas o modificar los mecanismos psicológicos por los que repite una y otra vez las mismas equivocaciones o las mismas respuestas inadecuadas.
Surge la necesidad de buscar ayuda en aquellos que ya han pasado por esta experiencia.
La función crea el órgano, o en este caso la necesidad de unos crea formas variadas de ofrecer formulas de ayuda, desde la literatura (muy extensa) sobre el desarrollo humano hasta las escuelas de desarrollo humanas o espirituales, pasando por todo tipo de gurus especializados y maestros del esoterismo.