LA LIBERACIÓN DE LO FINITO
Hegel empieza su lógica dejando claro que para llegar a lo que es "lo real" hay que remontarse al principio de la construcción de las ideas (no en vano es conocido como el padre del idealismo). Lo primero es el TODO (el SEIN) y lo segundo es la NADA (que no es la misma que la de los existencialistas posteriores: Heidegger, Jaspers o Sartre, ni la nada en la que Nietzsche fundamenta su nihilismo). De la interacción de estos dos nace el DEVENIR. El todo (sein) es equivalente al SER pero en abstracto o sea lo que Hegel llama el ser indeterminado (después los existencialistas harán aparecer el concepto de no-intencionalidad para substituir en algunos aspectos a la indeterminación del ser que en Hegel conforma el SEIN). Bien, pues el resultado del devenir aplicado al flujo que va del todo a la nada, o dicho de otra manera, cuando el devenir da un fruto, deteniendo a medio camino el proceso que fluctúa entre el todo (que para más inri luego Hegel nos añade que es el equivalente de Dios) y la nada aparece el DASEIN o sea el ser determinado, "la existencia" (de algo o de alguien).
" ••• pero todo esto, -nos dice Hegel- hasta ahora tan sólo sucede en nuestra reflexión y no llegamos, por mucho que anunciemos el DASEIN como existencia de algo, a una realidad ajena a nosotros o lo que es lo mismo a un mundo exterior pleno de realidades objetales”. Para él, por tanto, el concepto de realidad circundante no excluye la de realidad interior ni viceversa, ya que se trata con iguales características a la realidad de las imágenes de pensamiento como a las realidades objetales externas o seres determinados. Asi se explica la dificultad que hay en Hegel para llegar desde el ETWAS o sea la variedad de DASEINS o pluralidad de seres determinados, si se quiere, al concepto de MUNDO como realidad perfectamente separada de la conciencia del “yo soy”.
Pero ¿a donde voy a parar con tanto preámbulo hegeliano? bien, voy a la llamada dialéctica del límite o de lo finito para otros, en la que el filósofo alemán intenta acercarse a lo divino o sea a la trascendencia, amparada en lo infinito, desde lo finito y limitado.
En la proposición 92, página 220 y siguientes de la Gran Lógica, nos dice que quien rechaza lo finito no puede llegar a ninguna realidad, permanece en lo abstracto, se extingue a si mismo. Por consiguiente todo dasein, incluso el dasein humano, no es sino en tanto que límite. Pero sigue afirmando: “…lo finito es contradictorio y es propio de su naturaleza y le pertenece de punta a cabo. Pero a la vez, esto hace que lo finito tienda al más allá de él mismo, trate de trascenderse"
En la Fenomenología del Espíritu, que es anterior a la Gran Lógica, nos ampliaba esta vía hacia la trascendencia al desarrollar el principio de la determinación (intencionalidad? o por lo menos intento de dotar de intencionalidad libre de determinismos al ser humano) al decir que la determinación de las cosas finitas no es otra que su fin y que el entendimiento se niega a oponer este indefinido a su afirmativo, haciendo de la determinación de las cosas algo que es absoluto e indispensable, más allá de lo cual no se puede pasar y que es el no ser de las cosas. Ella (la determinación) se pone como inseparable de su nada. Pero aquí Hegel se anticipa. a su propia meditación preguntándose si habrá un medio de ir de lo negativo a lo positivo, de separar de las cosas su finitud.
Mientras no hallemos por nosotros mismos esa respuesta habrá que aceptar que en tanto consideremos las cosas como son (fenoménicamente hablando) en ellas mismas, su limitación es eterna, Y el mismo se sigue preguntando: ¿habrá algún medio de superar esta especie de eternidad del tránsito, vale decir, la muerte, para ir hacia la eternidad. Para escapar a los límites, a lo finito?. Hegel en este punto se cuestiona su propia evolución y nos revela lo que en realidad es toda su filosofía del idealismo: la búsqueda de su liberación de lo finito. Este descubrimiento en Hegel fué lo que en su dia me inflamó. No obstante no es ni mucho menos el único filosofo que en realidad filosofa para su propia evolución.
Bien, acabo con él. Hegel acaba admitiendo que para el entendimiento no hay manera de superar la finitud de la inmediatez del devenir en nada tras la muerte. Pero puntualiza que eso es así tan sólo si se considera el entendimiento separado del espíritu, del GEIST. Su mensaje final no es de desesperanza sino todo lo contrario, deja abierta una magnífica puerta para que nos colemos filosóficamente hacia la trascendencia.
En Oriente paralelamente al desarrollo de la filosofía occidental se desarrolla en los últimos 1500 años el ZEN. Para muchos el Zen es la culminación del budismo y se llega a él gracias a la conjunción de la metafísica hindú y el pensamiento práctico chino (confucionismo y taoísmo) aplicados a la revelación de Buda. El Zen representa la más alta instancia de la experiencia búdica. A diferencia de otras religiones o sistemas de pensamiento, el Zen es fundamentalmente experiencia. Existe una base metafísica que en general poco importa; el adepto debe de andar el camino que desveló Buda para hacer suya la experiencia de aquél. Toda otra formulación teórica es o inútil o simplemente complementaria de la experiencia. En los recovecos de lo poco de filosofía que se puede estudiar en el Zen nos encontramos con planteamientos de la existencia similares a los de Hegel. Así el Zen afirma que cuando Dios creó el mundo fuera de sí mismo, cometió un error. No podía resolver el problema del mundo mientras lo mantuviera fuera de si. En la terminología teológica cristiana, Dios, para decir "soy", tiene que negarse, y su negación aparece en la forma de la creación del mundo de los particulares (de los DASEINS). Ser Dios es no ser Dios. Debemos negarnos a nosotros mismos para afirmarnos. Nuestra afirmación es negación, pero mientras permanecemos en negación no tenemos descanso, debemos regresar a la afirmación. Debemos salir de nosotros mismos y regresar. Salimos a la negación, pero esa negación debe volver a la afirmación. Salir es regresar. Pero para darnos cuenta de que salir es regresar, hemos de pasar a través de toda clase de sufrimientos y dificultades, de pruebas y de disciplinas. Tan sólo después de un largo camino para desandar lo andado se puede llegar a la negación del yo. Al cese de toda vivencia del yo para trascender la existencia humana llegando a la fusión con el todo, con el SEIN de Hegel o con el Absoluto, da igual. Esta es la experiencia del Nirvana que esta más allá de las posibilidades del entendimiento y la razón, es una posibilidad del espíritu, del GEIST.
Los filósofos del Zen admiten dos cualidades en lo Existente. El Samshara o conocimiento del mundo visible, cognoscible a través de los 5 sentidos y los procesos de pensamiento y sensación que hallan su fundamento en este material. Y el Eso como lo llama Buda (dicen, pues como sabemos él no escribió nada), que representa lo innato, sin origen ni forma, del que el Universo es la expresión siempre cambiante. En occidente se ha hipertrofiado el interés por el Samshara con el desarrollo de la inteligencia como facultad cognoscitiva y el desarrollo de la ciencia como instrumento para validar la realidad (en un intento de objetivar lo fenoménico).
El Zen preconiza el equilibrio entre los dos aspectos enunciados y sobre todo trata de despertar en el hombre la intuición como facultad cognoscitiva de cualidad tan diferente del intelecto como este lo es de la experiencia sensoria. Parecería que el intelecto es una facultad dada que se cultiva sola en contacto con el mundo tanto eideico (de las ideas) como fenoménico, mientras que su homólogo, la intuición precisa de un despertar especial a través de la experiencia. El budismo Zen es un sistema de desarrollo mental concebido para extender y utilizar esta facultad.