Formamos parte del Tritocosmos. En la dimensión en la que le es posible vivir, a esta forma vital que llamamos ser humano, y durante el tiempo que la ley del accidente nos lo permita, hemos de reciclar, destilar, refinar, separar el principio espiritual que nos anima, del soporte fisico que nos transporta. Cada ciclo nacimiento-muerte se produce en el mismo espacio tiempo, el cual es tan sólo una más de las infinitas posibilidades de una sola existencia. Sólo puede detenerse la espiral de la recurrencia por un trabajo humano que nos permita trascender con la conciencia el momento de separación del ser espiritual del ser animal. Para ello es preciso que se dé el fenómeno de organización mental que da lugar a la generación anímica (a la aparición de un alma). Fraguar este proceso es el trabajo del esoterismo en cualquiera de sus manifestaciones conocidas.
Nuestra posición dentro del Tritocosmos es la pertenencia a un ser galáctico, dentro del cual habitamos un sistema planetario que depende de una estrella, el Sol. Sabemos que somos parte de la naturaleza que a su vez es la forma biológica que cubre al ser Terrestre. La razón de ser de la cubierta biológica de la Tierra es de tipo energético. La naturaleza tiene la capacidad transformadora de la energía recibida del nivel del Sol que la Tierra debe de transformar para a su vez irradiar hacia su nivel inmediatamente inferior: La Luna. La cubierta biológica, en conjunto, tiene una función metabólico-digestiva y dentro de la naturaleza el papel del hombre es transformar ciertas energías que recibe, entre ellas la procedente de los alimentos, en otras más sutiles que serán irradiadas hacia el nivel inferior. Es por tanto una función excretora la suya.
La limitación sensorial así como la disposición de las leyes cósmicas, incapacitan al ser humano corriente para la percepción de la realidad tal como es en el mundo cuatridimensional en el que vivimos. Por ese motivo la Tierra y la Luna sólo tienen sentido o apariencia, para nosotros, como masas minerales gravitando alrededor del Sol.
La evolución natural (o sea prevista por el movimiento creador inicial) de la Tierra tiende a necesitar una evolución de la naturaleza y dentro de esta la [evolución] de la humanidad adaptándose a sus crecientes necesidades (las de la Tierra). La cadena trofotrófica (el nivel de la Luna se alimenta del nivel de la Tierra y esta se alimenta del nivel del Sol, etc, etc, lo que se resume por: trofotrófico=alimento de alimentos) precisa de cantidades crecientes de cierto tipo de energía que en el nivel que nos compete se produce a través de las emociones humanas. Las leyes cósmicas que nos rigen (como las biológicas que conocemos) permiten un mecanismo contracorriente (tal como la bomba de sodio de la membrana celular) que a costa de un gran gasto de energía personal impida la evolución natural de ese elemento individual de entre las miríadas de elementos personales que fieles a las leyes que los rigen correrán la suerte de ser consumidores y productores de alimento en la cadena trofotrófica. ¿Por qué existe esta excepción? ¿Hasta qué punto es necesaria [la excepción] en la cadena? No lo sabemos ni tenemos en el nivel de ser actual explicación para ello. Sólo sabemos que es así y que por los motivos que sea existe la posibilidad de ir contra lo programado. Es evidente que la dificultad que entraña el completar el proceso, hace que sea ínfima la posibilidad de que el resto de las miríadas personales escapen a su función prevista, lo cual resta importancia al proceso desde el punto de vista de la economía cósmica.
Una compleja teoría dimensional, magníficamente expuesta por sucesores del grupo de trabajo de P.D.Ouspensky en el 'Tiempo Vivo', desarrolla una nueva cosmovision que he querido llamar CVO, (abreviatura de CosmoVisionOuspenskiana) explicaria la compatibilidad de la vida simultánea en universos concéntricos que no se molestan entre sí. Es posible saltar de dimensión mediante el mecanismo contracorriente. En un sentido, parcialmente, y en lenguaje figurado, esta posibilidad es la de alcanzar la vida eterna, el cielo, el nirvana o el paraíso de los fieles.
Desde el principio de los tiempos las religiones son los vestigios de un conocimiento oculto que permite tener éxito en el esfuerzo por apuntarse al mecanismo contracorriente. Es preciso vueltas y vueltas al espiral del alambique para destilar de la naturaleza humana las condiciones de nacimiento que faciliten el acceso al camino (entendiendo por este el camino que lleva a la liberación de la recurrencia).
Las religiones, los nobles ideales diseminados en la corriente de la vida, la acción de las ONG para paliar las desdichas de la desigualdad humana irreparable, el intento no fraudulento de llevar adelante ideales políticos basados en la solidaridad interhumana, etc, etc, son otras tantas siembras del círculo consciente, son influencias llegadas a la vida procedentes de un núcleo [de seres] que necesita alimentarse de las consecuencias que su implantación (la de estos ideales) crea entre los humanos. La ley cósmica es inexorable: para ascender un paso en la escala contracorriente has de dejar a alguien en tu lugar (no importa tanto el nivel de verdad absoluta de lo que cree estar haciendo como el esfuerzo [=alimento para otro nivel] que ha hecho y que de otra forma quizás se hubiera perdido). Al final nos damos cuenta de que somos poca cosa más que alimento para peces. Amén.
Nuestra posición dentro del Tritocosmos es la pertenencia a un ser galáctico, dentro del cual habitamos un sistema planetario que depende de una estrella, el Sol. Sabemos que somos parte de la naturaleza que a su vez es la forma biológica que cubre al ser Terrestre. La razón de ser de la cubierta biológica de la Tierra es de tipo energético. La naturaleza tiene la capacidad transformadora de la energía recibida del nivel del Sol que la Tierra debe de transformar para a su vez irradiar hacia su nivel inmediatamente inferior: La Luna. La cubierta biológica, en conjunto, tiene una función metabólico-digestiva y dentro de la naturaleza el papel del hombre es transformar ciertas energías que recibe, entre ellas la procedente de los alimentos, en otras más sutiles que serán irradiadas hacia el nivel inferior. Es por tanto una función excretora la suya.
La limitación sensorial así como la disposición de las leyes cósmicas, incapacitan al ser humano corriente para la percepción de la realidad tal como es en el mundo cuatridimensional en el que vivimos. Por ese motivo la Tierra y la Luna sólo tienen sentido o apariencia, para nosotros, como masas minerales gravitando alrededor del Sol.
La evolución natural (o sea prevista por el movimiento creador inicial) de la Tierra tiende a necesitar una evolución de la naturaleza y dentro de esta la [evolución] de la humanidad adaptándose a sus crecientes necesidades (las de la Tierra). La cadena trofotrófica (el nivel de la Luna se alimenta del nivel de la Tierra y esta se alimenta del nivel del Sol, etc, etc, lo que se resume por: trofotrófico=alimento de alimentos) precisa de cantidades crecientes de cierto tipo de energía que en el nivel que nos compete se produce a través de las emociones humanas. Las leyes cósmicas que nos rigen (como las biológicas que conocemos) permiten un mecanismo contracorriente (tal como la bomba de sodio de la membrana celular) que a costa de un gran gasto de energía personal impida la evolución natural de ese elemento individual de entre las miríadas de elementos personales que fieles a las leyes que los rigen correrán la suerte de ser consumidores y productores de alimento en la cadena trofotrófica. ¿Por qué existe esta excepción? ¿Hasta qué punto es necesaria [la excepción] en la cadena? No lo sabemos ni tenemos en el nivel de ser actual explicación para ello. Sólo sabemos que es así y que por los motivos que sea existe la posibilidad de ir contra lo programado. Es evidente que la dificultad que entraña el completar el proceso, hace que sea ínfima la posibilidad de que el resto de las miríadas personales escapen a su función prevista, lo cual resta importancia al proceso desde el punto de vista de la economía cósmica.
Una compleja teoría dimensional, magníficamente expuesta por sucesores del grupo de trabajo de P.D.Ouspensky en el 'Tiempo Vivo', desarrolla una nueva cosmovision que he querido llamar CVO, (abreviatura de CosmoVisionOuspenskiana) explicaria la compatibilidad de la vida simultánea en universos concéntricos que no se molestan entre sí. Es posible saltar de dimensión mediante el mecanismo contracorriente. En un sentido, parcialmente, y en lenguaje figurado, esta posibilidad es la de alcanzar la vida eterna, el cielo, el nirvana o el paraíso de los fieles.
Desde el principio de los tiempos las religiones son los vestigios de un conocimiento oculto que permite tener éxito en el esfuerzo por apuntarse al mecanismo contracorriente. Es preciso vueltas y vueltas al espiral del alambique para destilar de la naturaleza humana las condiciones de nacimiento que faciliten el acceso al camino (entendiendo por este el camino que lleva a la liberación de la recurrencia).
Las religiones, los nobles ideales diseminados en la corriente de la vida, la acción de las ONG para paliar las desdichas de la desigualdad humana irreparable, el intento no fraudulento de llevar adelante ideales políticos basados en la solidaridad interhumana, etc, etc, son otras tantas siembras del círculo consciente, son influencias llegadas a la vida procedentes de un núcleo [de seres] que necesita alimentarse de las consecuencias que su implantación (la de estos ideales) crea entre los humanos. La ley cósmica es inexorable: para ascender un paso en la escala contracorriente has de dejar a alguien en tu lugar (no importa tanto el nivel de verdad absoluta de lo que cree estar haciendo como el esfuerzo [=alimento para otro nivel] que ha hecho y que de otra forma quizás se hubiera perdido). Al final nos damos cuenta de que somos poca cosa más que alimento para peces. Amén.