jueves, 14 de julio de 2022

El manejo del tiempo




[La cajafuerte y otras paridas]



Querida emperatriz insular de quijotes de mazapán:
Recibí tu email-carta llena de añoranzas de un pasado, padre de un futuro de plenitudes. Proyección de ti misma que seguramente en alguna revuelta del camino te vendiste por un buen festín de lentejas con jabugo. Que le aproveche a tu cuerpo serrano, ele!!

Cada uno de nosotros cuando habla con otro está hablando más de un 90% para si mismo. Sentado esto seguiré de pie con la verborrea de turno.


Es cierto, yo por lo menos así lo tengo para mi, que a menudo nos es imposible transmitir eficazmente los sentimientos, y que, al intentarlo con palabras raramente no desvirtuamos el mensaje original que quisiéramos transmitir. No obstante ya se cuenta con ello, y, en general la palabra escrita cuando se destina a quehaceres afectivos, sacándola de sus dominios racionales, mas que transmitir lo que ha de perseguir es la evocación en el receptor de aquellas emociones que ya residen en él. Una especie de puesta en marcha de reacciones en cadenas emocionales, calculadas o no, previstas o no, buscadas o casuales, todo depende del mutuo conocimiento, de la intencionalidad del escribiente y de su capacidad creadora (mejor: re-creadora). Hay quien se ha ido dotando de esta capacidad de una forma natural y sin saber como, y también quien la persigue con ahínco toda la vida sin que por ello tenga el resultado final asegurado. De la madera de los primeros están hechos los grandes escritores naturales (o sea los de nacimiento), que afortunadamente no son los únicos que conocen los secretos de la palabra escrita.


Es curioso que hace unos días me planteaba yo lo del ser o estar, cuando me llega tu carta en la que planteas sin quizás saberlo una parte de este problema. Veamos; dices en una parte de tu carta: "Me siento (=realidad subjetiva = existo como) esclava de mi misma, llena de contradicción y rodeada por ella.... y lucho por mi identidad perdida, aun ignorada, lucho por no asimilarme al entorno y quedarme en el camino petrificada mirando atrás". Empecemos por lo que llamaré cuestiones previas.


- ¿todo esto te salió así, de golpe, o fue remodelado a partir de una idea que perseguía un fin ?


- si es una forma de emergencia espontánea, quizás tenga que dirigirme a tu subconsciente, tu Ello freudiano (1).


- si fue remodelado a partir de una idea, debo de reconocer que has logrado un bello producto de reflexión, pero este producto sin los efectos personales de dicha reflexión se queda en objeto decorativo.

Dejadas las cuestiones previas, y con tu permiso, abordo el tema ser/estar. Dices: me siento. Podrías decir en su lugar: ¿soy? La frase completa seria: Soy esclava de mi misma. Desde el punto de vista de una mayor objetividad se puede decir que es mucho más exacto ese soy esclava que aquel me siento esclava. Sin embargo tú, sujeto de tu propia experiencia, lo transmites como algo que sientes, lo que implícitamente conlleva la creencia de que no lo eres (esclava) sino de que tan solo lo sientes... Una parte de ti, dejemos por ahora cual, sabe que eres esclava de otra parte de ti. Al transmitírtelo es evidente que no te puede decir soy esclava, porque no eres totalmente tú en su totalidad quien lo cree. Es una parte. Pero es una parte o un estado? Si es una parte es un ser, si es un estado es un estar en dentro de un ser. Esta sutil distinción hace del asunto una diferencia abismal en la consideración sobre la manera de proceder futura. Pero veamos que otras ayudas nos vienen de tu discurso, ayudas que nos permitan dilucidar si estamos o somos esclavos de nosotros mismos. Dices estar llena de contradicción y rodeada por ella, además estas luchando por una identidad perdida (de ahí la nostalgia de la que te hablaba al principio) que, inmediatamente, reconoces lapsus linguae que te traiciona AUN ignorada (probable proyección del deseo de tener una nueva identidad que te permita romper con el pasado). Si seguimos tus palabras podemos confirmar la sospecha. Efectivamente lo que ves nacer no te entusiasma y a lo viejo no quieres/puedes recurrir. De ahí la contradicción que manifiestas al decir que luchas por no asimilarte al entorno. Esa asimilación todavía la vives como una traición/pecado que seria castigada con la Lotificacion (la mujer de Lot, etc.). Pero todo este rato no estás hablando unificada, es un dialogo entre dos partes de ti misma (no entro en saber cuales, ni de qué calidad, por ahora).


Así, yo entiendo que la conversación que mantienes contigo misma desdoblada podría ser la siguiente:


1/ soy esclava de mi misma, que impedimento!
2/ en realidad exageras, no es así realmente, es tan solo una cuestión subjetiva. Te estás percibiendo como tal, lo que no deja de ser un problema, pero menor.


1/ soy una contradicción y eso me paraliza!
2/no exageres, en realidad estas habitada, como todos, por tremendas contradicciones que te bloquean.


1/ si, es cierto, tienes razón, en realidad lo que más me preocupa es mi identidad perdida, lo que pude ser y no fui, aquello que abandoné.
2/ pero que dices, no ves que tu identidad verdadera está por llegar, todavía no la has descubierto, ahí ha de estar tu lucha!!!


1/ verdaderamente vuelves a tener razón, ves como soy contradictoria, claro que si!, mi nueva identidad ha de ir pareja a mi nueva vida, he de abandonar los viejos valores y así superar esa contradicción entre mi pensar y mi vivir.
2/ realmente eres torpe para entenderme, si haces eso te detendrás en tu evolución, no comprendes que el entorno te alienaría hasta el punto de impedirte siquiera mirar con dignidad a tu vida anterior.


Y así, por poner un ejemplo, esos dos (que tengo para mí que son dos estados de tu ser) se discutirán inútilmente sin fin hasta que la atención (el flujo y reflujo energético que nos mantiene en contacto con el mundo) te sea capturada por otra cuestión. En ese momento, probablemente otros dos, o quizás tres, estados de ti misma tomarán posesión de tu conciencia vigil para organizarte otro cacao mental similar. Amén.

A menudo me pregunto si esa distinción entre el ser y el estar no es el velo que oculta nuestra tragedia personal. No sería que nos pasamos la vida creyendo que somos cuando en realidad simplemente estamos en algo que es independientemente de nuestra real comprensión sobre su esencia. ? No sería que lo que llamamos vida es simplemente un estado transitorio del ser en que potencialmente podemos devenir. Si así fuera, seria lógico que la conciencia del presente actual fuera ligada al estado y no al ser, o sea al estar en y no al ser en sí. Ello explicaría la turba multiparlante que nos habita y cree regir. Esta conciencia del presente actual seria el falso espejo en el que nos reconocemos como algo/alguien único, y, la identificación entre el estar en y el ser, proporcionaría a la conciencia de si mismo el espejismo de creer que somos, evitándonos la comprensión de otra realidad posible: que simplemente estuviéramos en una parte de un ser.  (No te suena a sueño de Brahma…?)


Doy por acabado el tema del ser-estar y paso a cuestiones de orden más inmediato-práctico. Frecuentemente nos sentimos perdidos en este laberinto interior. Hay que saberse distinguir lo que es cháchara para quedar bien consigo o con los demás, de lo que es preocupación verdadera por encontrar pequeños cabos sueltos que vayan convirtiéndose en el definitivo hilo de Ariadna. Desgraciadamente la primera contradicción que nos asalta, a ti, a mi, a Perico y a Juan, es la contradicción que conlleva nuestra instalación en el mundo. Estamos bien apoltronados en el mundo sensible, invirtiendo miles de esfuerzos por mejorar nuestra instalación, como si eso fuera (que lo es mientras no demostremos lo contrario con nuestra praxis cotidiana) el ultimo fin. El confort y el consumo, junto al apego a nuestras falsas imágenes son los pilares de esta instalación en el mundo de los sentidos, un mundo exterior, que sabemos inútil para colmar nuestras ansias mas profundas de verdad, pero del que somos incapaces de despegarnos un milímetro sin sentir terribles llamadas al orden. Este estado de cosas aceptado, es el medio en donde se desenvuelven nuestras vidas. Lo normal es sentirse mal, aterrado por el frío, la oscuridad y "lo rocoso" del paisaje, como dices en tu carta. Lo anormal es sentirse tan feliz. Una anormalidad que desafortunadamente no lo es desde el punto de vista de la estadística poblacional.


Hay que tener lo que yo llamo "la cajafuerte". (Eso de que hay que tener podemos dejarlo en que yo anecdóticamente utilizo este truco y me va bien, por lo cual, y por extensión presumo que al resto del mundo también le conviene.)
Lo de la cajafuerte funciona así. Después de cientos de veces de hacerse buenos propósitos uno se convence de que se va a pasar la vida haciendo planes y punto. Fácilmente se cae en el olvido de lo que se pretende y el abandono nos va alejando cada vez más de aquellas partes (estados de nosotros mismos) que tienen cosas que valen la pena. En una de estas damos el frenazo y volvemos a estar en antena. Volveremos a eclipsarnos pasadas unas horas. Es inevitable. Por el momento, añadiría yo. En una cualquiera de estas, estando en antena, se concentra al máximo la esencia de lo que se pretende y se escribe. Del otro lado del papel (holandesa, folio, din A4) se concentra al máximo la esencia de lo que lo impide. Y eso es la cajafuerte. Una especie de lugar seguro en donde guardar lo más íntimo recogido en momentos positivos cuando se revisa lo más íntimo que nos mueve y lo más íntimo que nos inmoviliza. Inicialmente puede ser un lugar material, con el paso del tiempo es un lugar/estado en nosotros mismos al que recurrir si nos sentimos agobiados, para recomenzar siempre desde algo con esperanza. Establecido el truco de la cajafuerte tenemos una especie de póliza de seguro contra la desesperanza. Porque la desesperanza de aclararse algún día, es, no lo hemos de olvidar, nuestra principal enemiga con el paso de los años. La desesperanza es hija de nuestro propio cansancio vital.


En toda esta dinámica, personalmente creo ver una clave, que tan solo he sido capaz de ir descifrando en parte con la edad. Se trata del manejo del tiempo. El tiempo se nos escapa o lo retenemos según cual sea nuestra posición de percepción previa a su transcurrir por el presente. Desarrollar la palabrería racional por la que hacer esta frase mas inteligible/comprensible me llevaría probablemente una carta tan o más larga que la que estoy pariendo o sea que intentaré una vía de escape rápida con un ejemplo que quizás alcance directamente tu comprensión. No es lo mismo, a efectos de percepción de la relación actividad/tiempo, que una persona se levante por la mañana y empiece el día lavándose, duchándose, cafeteándose, mantequilleándose las biscottes, cocheándose para ir al curro, etc , que otra persona empiece el dia planteándose su posición ante el tiempo que la transcurrirá en las próximas 24 horas. O sea intentando planificar las acciones de su día. Es evidente la diferencia que en percepción del fenómeno tiempo experimentarán las dos personas. Tanto a una como a otra las cosas, por supuesto, les sucederán aunque ellas crean ser los protagonistas de sus acciones... Sin embargo cuando la experiencia de la segunda se repite un día y otro, aparece lentamente la convicción de que es imposible programarse, planificar y controlar. Esta convicción es la semilla necesaria para que crezca la comprensión de que el tiempo nos transcurre y que el apresuramiento es inútil. No es importante lo que se hace, que no se hace, sino la apreciación de lo que sucede, dejando que lo que sucede sea a un ritmo que nos permita aprovechar ese caudal de impresiones para trabajar sobre nuestra atención. Ordinariamente imponemos nuestro apresurado "tempo" a los acontecimientos y nos perdemos el valor que podría tener la observación, la atención dirigida al reflejo interno del aquel suceso. Pararse a primera hora para planificar el día tiene la virtud de ponernos, si somos capaces de entender minimamente el tema, nuestro reloj interno al ritmo de lo que ha de suceder. Es evidente que también tiene otras ventajas de orden práctico. Pero destaco, por haber descubierto su importancia, ese contagiarse de la serenidad del tiempo exterior a nosotros. De ese tiempo que nos transcurre y que nada tiene que ver con el tiempo psicológico que acostumbramos a llevar puesto, generalmente a toda máquina. No se si habré sabido transmitir esa clave de comprensión del tiempo. Me hubiera gustado hacerlo mejor.


(1) Según la teoría psicoanalítica desarrollada por FREUD, y que me limito a esbozar o repasar en sus líneas genéricas, la persona viene regida por tres ámbitos de influencia: el yo, el super yo y el Ello. El yo es la parte más o menos consciente y adquirida de la persona, normalmente es la residencia de la conciencia moral y normativa, la conducta de la persona se rige por sus contenidos y obedece a sus consignas. El super yo es el complejo normativo/conductual que nos imponen estructuras superiores a nosotros mismos. La visión del mundo específica de nuestra percepción sensorial, y, probablemente, la resultante de la interacción naturaleza/cultura, así como la estructura social en la que desarrollamos la supervivencia, sean todos ellos ejemplos de lo que aproximadamente son los principales elementos, no los únicos, que configuran el super yo. (La mejor descripción del super yo que he leído la hace Castaneda en "El don del Águila" su sexto libro.) Finalmente el Ello. Este es el mas misterioso e impenetrable. De hecho toda la técnica psicoanalítica va en gran parte encaminada a su exploración. El Ello es el compendio de cosas que no siendo nosotros mismos ES nosotros mismos sin saberlo y/o aceptarlo. Procede en su mayor parte de material rechazado por la conciencia, olvidado, desechado. Se ignora, realmente, cuál sea la fuerza que puede llegar a vertebrar el Ello, darle cohesión, coherencia o fuerza de acción. Puede determinar a la persona, violando su voluntad consciente hasta el extremo de llevarla a la acción sin esta poder reconocerlo.