Entre las muchas cosas que es preciso observar en nosotros mismos y sobre las cuales debemos trabajar, se encuentra el estado psicológico llamado consideración interna. Se refiere a un proceso que nos extrae gran cantidad de energía inútilmente, y en consecuencia nos mantiene dormidos.
La consideración interna es un aspecto de la identificación. Un hombre que se identifica con todo es incapaz de recordarse a sí mismo. Con el fin de recordarse a sí mismo es preciso no identificarse. Pero con el fin de aprender a no identificarse, debemos aprender ante todo a no identificarnos con nosotros mismos. Una de las formas más frecuentes de consideración interna es pensar en lo que los demás piensan de nosotros, cómo nos tratan, y qué actitud muestran hacia nosotros. Otra forma de identificación estrechamente relacionada con ésta es la que se llama saldar cuentas. Cuando empezamos a pensar en que la gente nos debe algo, que merecemos mejor trato o más reconocimiento, estamos saldando cuentas interiores, estamos usando el mecanismo de la consideración interna. Todas las cuentas de este género, todos los sentimientos que se refieren a lo que nos debe la gente y a que nosotros no debemos nada, tienen inmensas consecuencias psicológicas para el desarrollo interior del hombre. En el Trabajo Interno un hombre sólo puede crecer mediante el perdón a los otros. Es decir, a no ser que salde sus deudas, nada puede crecer en el hombre.
Lo dice la Oración: "Perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores". El sentimiento de que a uno le deben, el sentimiento de las deudas, pone fin a todo. Es contenerse a si mismo y contener a la otra persona. Este es el significado interior de la observación de Cristo que se refiere a hacer las paces con nuestros enemigos.
“Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, en tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante." (Mateo, V, 25, 26.)
Si se exige psicológicamente a los otros a pedir disculpas, a dar cumplida satisfacción y a humillarse, entonces se estará bajo la exigente ley de la que Cristo advierte que es preciso escapar. Es ponerse uno mismo en la cárcel —es decir, bajo leyes innecesarias— y no se saldrá de ella mientras no se paguen todas las propias culpas.
Para abordar el Trabajo interno debemos de ser capaces, primero de reflexionar sobre lo que esto significa y a continuación (aplicando la comprensión psicológica del más alto nivel del que seamos capaces) estaremos en disposición de observar no solo lo que esto significa, sino lo que significa aplicado a nosotros mismos. El objetivo inicial del Trabajo es entender (comprender psicológicamente) por qué es preciso separarse de si mismo. Este es un pilar básico de todo progreso posible.
Se ha de entrenar la capacidad de percibir nuestro estado interior en un momento dado como algo distinto de nuestro cuerpo físico exterior y de lo que se está haciendo. Una vez que una persona es capaz de distinguir entre su apariencia física y sus estados interiores, puede comenzar a trabajar. Verá que tiene un cuerpo que obedece ordenes y una psicología. El Trabajo se ocupa de lo que una persona ES psicológicamente.
Cuanto más exigente se sea consigo mismo, tanto mayor será la consideración interior. Se estará siempre desencantado y se sentirá que es preciso echar la culpa a alguien. La gente que tiene muchas exigencias hace que la vida sea para ella muy difícil. Nada está bien: La gente que los rodea no es buena, no los tratan en debida forma, etc. En este Trabajo interno que emprendemos hemos de sentir gradualmente nuestra nadidad por medio de la observación.
Lo opuesto a la consideración interna es la consideración externa. La consideración externa es pensar en los otros. Es una de las cosas que en el Trabajo se nos aconseja hacer. Se nos dice que no debemos considerar internamente ni tener emociones negativas, pero que sí debemos considerar exteriormente del mismo modo que recordarnos a nosotros mismos. Cuando estamos en un estado de consideración interna (y este es nuestro estado acostumbrado) en realidad sólo pensamos en nosotros mismos. Nos contemplamos como si fuéramos el centro del Universo. La consideración interna sólo nos da emociones negativas y a medida que éstas aumentan el carácter se retrae más. Todos conocemos personas a quienes no se les puede decir una palabra sin que empiecen a hablarles de sus preocupaciones, de la vida dura que llevan, etc. Esta clase de gente está impedida para realizar cualquier progreso interno.
La consideración interna no es más que un aspecto de la identificación, como ya he dicho. Lo importante es entender que este estado psicológico en nosotros se relaciona estrechamente con los estados negativos. Pero no creamos que lo opuesto a la consideración interna es una manera de ser franca, optimista y alegre. Esta no es la consideración externa.
Ouspensky dijo, cito literalmente:
“Lo opuesto a la consideración interna, y lo que es en parte un medio para luchar contra ella, es la consideración externa. La consideración exterior está basada en una relación con los demás, por entero diferente de la consideración interior. Es adaptarse a la gente, a su comprensión, a sus exigencias. Un hombre, al considerar exteriormente hace todo cuanto es necesario para hacer más llevadera la vida de la demás gente y su propia vida. La consideración exterior exige conocer a los hombres, comprender sus gustos, hábitos y supersticiones. Al mismo tiempo la consideración exterior exige un gran poder sobre sí, un gran dominio de sí. Muchas veces un hombre no quiere expresar o mostrar a otro hombre lo que realmente piensa de él y siente por él. Pero si es un hombre débil por supuesto cederá y dirá lo que realmente piensa y luego se justificará diciendo que no quería mentir, que no quería fingir, sino que quería ser sincero. Luego se convence a sí mismo de que el otro hombre es el culpable. En realidad, deseaba considerarlo externamente, hasta pensaba ceder, no pelear, etc. Pero el otro no quería en absoluto tenerlo en consideración. Muy a menudo sucede que un hombre empieza bendiciendo y termina maldiciendo: comienza por decidirse a considerar exteriormente, y luego culpa a las otras personas por no considerarlo exteriormente. Este es un ejemplo que muestra cómo la consideración exterior pasa a ser consideración interior. Pero si un hombre verdaderamente se recuerda a si mismo, comprende que el otro hombre es una máquina como él mismo, y entonces entrará en su posición, se pondrá en su lugar, y será capaz de comprender y sentir lo que el otro hombre piensa y siente. Si llega a hacerlo, su trabajo se le hará más fácil. Pero si se acerca a un hombre con sus propias exigencias no puede obtenerse nada excepto una nueva consideración interior.”
La práctica de una consideración externa justa es muy importante en el Trabajo interno. De hecho es un barómetro personal que nos indicara el grado de valoración y comprensión que tenemos del Trabajo. Podemos esforzarnos en considerar externamente en el nivel de la vida ordinaria, sabemos que el Trabajo no puede empezar ni proseguir, verdaderamente, en un nivel inferior al de la vida ordinaria, es decir es preciso que empiece en el nivel de Buen Amo de Casa. A medida que progresamos en el Trabajo interno necesitaremos mucha más consideración externa que en el nivel de la vida ordinaria, pero hemos de empezar por el principio… a ser unos buenos ciudadanos, profesionales, padres, amigos, etc.
En el Trabajo, la consideración externa es mucho más necesaria que en la vida pues no produce “emociones de si” sino “emociones de los otros” y una de las cuestiones fundamentales del Trabajo: el trabajo en conjunción con los demás, produce la necesidad de la consideración externa, de ponernos en el lugar del otro.
En la práctica de la consideración externa es preciso comprender que las otras personas son espejos de nosotros mismos. Si se ha llenado un álbum con buenas fotografías de uno mismo (de nuestro paisaje interno) mediante una larga auto-observación, entonces no hará falta buscar mucho para encontrar en sí mismo lo que tanto nos desagrada en otra persona y seremos capaces de ponernos en la situación de esa persona, de comprender que ella tiene también eso que se ha observado en uno mismo, que tiene sus dificultades interiores, del mismo modo que las tiene uno, etc.
¿Qué es lo que provoca en nosotros la consideración interna?
Hagamonos esta pregunta: ¿En qué punto, o dónde, se empieza a hacer cuentas? Se empieza a hacerlo al sentir que no se es apreciado en debida forma, al sentirse subestimado. El camarero no acude cuando se lo llama. El dependiente sirve primero a otra persona. Quizá, en la calle la gente no se fija en nosotros, o no nos presta suficiente atención. O, al parecer, alguien persiste en ignorarnos. O quizá lleguemos a enterarnos de lo que alguien dijo de nosotros, lo cual es casi siempre desagradable. Hay mil y un ejemplos posibles. Los incidentes nimios nos desconciertan fácilmente, el camarero, el dependiente… todo este material forma pequeñas cuentas y con el tiempo suelen transformarse en hábito… Todas comienzan con la misteriosa cuestión de la propia valoración de sí. Una persona capaz de observarse a sí misma podría exclamar: "¿Qué es aquello que en mí se ofende en este momento?" Lo observo trabajando en mí y recogiendo materiales y comenzando a recordar cosas desagradables y encontrando palabras y frases que serán utilizadas contra la otra persona para que sienta que yo la subestimo, en efecto, para que se dé cuenta que no vale nada. ¿Es una imagen de mí mismo? ¿Es un "Yo" imaginario? ¿Es una falsa personalidad? ¿O qué hay en el fondo de todo ello? La respuesta es que uno se identifica consigo mismo. Todas las formas de consideración interior, una de las cuales es culpar a otra persona, pertenecen a la identificación. No podemos progresar sin estudiar la identificación hasta sus mismas raíces. Unicamente nos ofendemos dónde estamos identificados con nosotros mismos. Es allí donde es posible desconcertarse, sentirse herido, ofendido, insultado.
Primero viene el estar identificado consigo mismo, segundo el estar desconcertado y ofendido, tercero el echar cuentas interiores… o sea entrar en la consideración interna.
Si queremos progresar es preciso practicar la consideración externa y poner fin a la consideración interna.
La consideración externa hacia otra persona es necesaria ante todo para colocarse en la posición de esa persona. Para lograrlo es menester pensar en sí mismo como si fuera la otra persona, teniendo que hacer las mismas cosas, enfrentando las mismas dificultades, los mismos impedimentos, la misma vida. Ahora bien, si se reflexiona sobre este paso preliminar, se verá que la consideración externa está muy lejos de la indiferencia. Para ponerse en la situación de otra persona es preciso apelar a la propia comprensión. Exige un esfuerzo dirigido de la mente y de los sentimientos y no sólo una vez sino muchas. Y por cierto la persona siempre preocupada por sus problemas personales y por la forma en que es tratada será incapaz de hacerlo, es decir, si sigue tomando la vida desde el punto de vista de la consideración interior.
Recordemos algo que dijo Gurdjieff: “trabajar sobre, no trabajar contra”. Esta me parece una distinción vital. Trabajar en contra de cualquier manifestación de la máquina implica una culpabilidad que destruye la comprensión. Si puedo aprender esto la cosa cambia. Yo no soy mi maquina, sólo habito en ella. Este es un truco que me permite hacer uso de las situaciones y de los sucesos de la vida.
Ser capaz de comprender esto íntimamente nos da una visión enteramente diferente, un cambio de actitud que trasciende las exigencias del yo Imaginario y la falsa personalidad. Comprende la llamada consideración externa. Esto es algo que nos cuesta entender. Imaginamos que significa ponernos en el lugar de otro lo que podría ser útil si pudiéramos ver a otros tal como son realmente (algo de lo que no somos capaces todavía), y no a través de la distorsionada lente de la falsa personalidad. Podríamos entonces ser capaces de ayudarlos, pero nuestros intentos por ayudar a otros son demasiado a menudo una mera consideración interior, basada en un sentimiento de superioridad.
Pero la consideración externa ha de ser un ejercicio impersonal. Se basa en la relación con el Universo, en la relación con algo que no es uno mismo. Implica comenzar a entender el lugar y propósito de todo lo que hay en el Universo, incluyendo a uno mismo, el ser real que empezamos a ver como un Ser que habita en un cuerpo con un propósito definido. Obviamente que este propósito es enteramente distinto de la gratificación del deseo personal, así que tenemos que ir borrando gradualmente a éste de nuestro cuadro, y esperar a que lleguemos a una apreciación real, lo que no podrá ocurrir mientras nos identifiquemos completamente con el ser imaginario, con el personaje.
Pero si uno empieza a moverse en esta dirección varias inversiones tendrán lugar. Ya no me preocupará lo que se me debe. Empezaré a ver que es posible que deba algo yo mismo. Pero esta es una consecuencia de un largo trabajo que todavía hemos de ser capaces de emprender.