viernes, 30 de agosto de 2019

50 años dando el coñazo a propios y extraños...



Empecé a dar la lata a mi madre muy temprano.  Aunque ella no me lo ha querido confesar, mi abuela materna un día me contó que le dí muy mal embarazo.  La pobre vomitó bastante por mi culpa.  Si  todo hubiera quedado ahí... pero no la cosa continuó in crescendo.   Que la primera a la que di el coñazo fuera una mujer ya es normal,  pero lo que confirmó mi vocación de empreñador es que la segunda a la que se lo puse difícil también era mujer.  La pobre comadrona que me asistió todavía hoy debe de estar haciendo novenas... las que debió de prometer mientras intentaba por todos los medios reanimarme sin éxito... Después de casi darme por muerto y de meterme en agua fria y caliente sucesivamente al fin respiré para no dejar de llorar en no sé cuantas horas.  El resto de la familia presente también lloró.
Creo que yo no quería venir a este valle de lágrimas por que me temía que pasaría lo que pasó.   Que casi todo empieza o acaba con llantos de una u otra clase...
Fui creciendo y seguí dando el coñazo de forma alternativa a hombres y mujeres.
A mi padre empecé haciéndole mucha gracia hasta que me aficioné  a cogerle todas las cosas que podía y a enredar con las herramientas, mostrando ya de pequeño una tremenda facilidad para la bricochapuza.
A la tata Benita y a la Josefina de Cascante les debo los cuidados suplementarios de mi primera infancia.  Seguí dando el coñazo a Victorias, Juanitas y otras de las que no me queda el recuerdo, pero que seguro que se llevaron su ración de descortesías, malas caras, travesuras y demás.
Como en casa abundaban las hembras mi facilidad para empreñar se vio acrecentada por el tremendo “planté” con que mis padres se empeñaban en colonizar el mundo.  Como era de esperar mis padres viendo mi vocación hacia las hembras decidieron que detrás mío deberían aparecer en escena principalmente mujercitas en proyecto. Llegó la primera rubita, ya entonces más gordita que yo, a la que pronto empecé a tirar de los tirabuzones y desde entonces no he parado de tocarle cariñosamente las narices en diversas y variadas formas...
Detrás de ella fueron aterrizando una tras otra una serie de hermanitas a prueba de calaveradas, por las que tras dilatadas experiencias negativas merecí el apodo de “Pedro Calavera” tanto por mi desmesurada cabeza como por las piraterías a las que intentaba someter al “planté”.  Pero no eran mancas las niñas, no os vayáis a pensar que se estaban quietecitas,  así que me las tenia que ingeniar por que eran muchas contra mi y mi hermano todavía era demasiado pequeño para ayudarme en mis tropelías de todo tipo.
Tras años de escaramuzas mi vocación de empreñador de mujeres quedó confirmada y empecé a probarme con el mundo exterior.  Muy seguro de mi mismo creí que con una cuantas experiencias ya era suficiente y cometí el error de “ennoviarme” demasiado joven... Así pude pasar a la experiencia de dar el coñazo a la legítima... cosa que hice muy bien durante el tiempo que me dejó, hasta que la cosa tocó a su  fin... Esta etapa se saldó con la venida al mundo de un primer fruto natural del empreñe que fue el precioso rubito que ahora ya tiene 25 años y camina autónomo por la vida, cosa que ha conseguido tras años de dar también el coñazo a su madre, sobre todo, y a veces también a su padre (del que ha tomado muchos ejemplos a Dios gracias).
A los 25 años empecé a darme cuenta de que era un petardo mal encendido (o sea encendido por donde no se debe) y me tomé 5 años para decidir lo que iba a hacer... Después de unos años sabáticos en los que el coñazo solo se lo daba a enfermeras de hospital y ligues varios que no dejaron ninguna huella… conocí a Caque  y enseguida supe que era ideal para seguir ejerciendo mi vocación de empreñador… eso si con mucha paciencia de ella   y no pocos desvelos míos intentando convencerla de que teníamos que fabricar descendencia… mientras esta no llegaba incorporé una forma nueva de dar la lata al empezar a hacer de pediatra en la consulta. Desde entonces no he cesado de dar la paliza verbal a las madres de mis pacientes.
Un par de años más tarde llegó Marta a la que me dispuse a educar o sea a dar el coñazo a diestro y siniestro.  Armado hasta los dientes con eso de que educar es limitar empecé a diseñar limites calculados en los sucesos.   Como con mi primer “rorro” no había podido ensayar lo suficiente, con Marta no me desanimé  y fui probando de todo.  Siempre con gran cariño pero al mismo tiempo con firmeza fui conduciendo a Marta a través de los años. 
En su recorrido pronto tuvo compañía y “la gordi” de Raquel hizo su aparición en escena.  A Raquel enseguida le fui dando la tabarra... principalmente con las cuestiones de los guisantes... pero fui más sofisticado con ella pues la experiencia de su hermana me había refinado.   Durante bastantes años hice de padre y madre nocturnamente,  pues su madre trabajaba en el turno de noche, así que me las ingenié para darles la lata en batería y en paralelo, descubriendo como hacer cócteles de biberón con Variargil (somnífero) a dos manos y como cambiar pañales con una pinza de tender la ropa en la nariz.  Las mujeres siempre son difíciles y esto es válido también en la época en la que son solo un proyecto de mujer o sea niñas...Así que no les tengáis ninguna pena por tener un progenitor empreñador... por que ellas ya se iban tomando sus revanchas día a día... y para prueba ved como se me ha puesto del pelo de blanco...
Pasaron  los años y nos tocó compartir casa y vacaciones con parte de la familia... nuevamente me vinieron a la mente las épocas en las que daba la lata a mis hermanitas pequeñas y renové aquel compromiso con ciertas variantes en las formas... Pasé unos años en la Cerdanya, de imborrable recuerdo, en los que, si di el coñazo, fue con fraternal cariño.  Pero la extensión familiar tanto por un lado como por el otro  me hizo descubrir que podía dar la lata a mis cuñados y cuñadas... así que puse empeño en demostrar que tenia buen oficio y que aunque lo mío era dar el coñazo principalmente a las féminas no me quedaba manco con los mancebos... a los que sucesivamente enredé para hacer excursiones tanto a pie como con los distintos carromatos por los que ha pasado la familia, para ir en bicicleta los días que amenaza lluvia, para jugar a golf los domingos en los que apetece dormir,  para perseguir “ceps” con los que liarles luego a hacer deliciosos arroces  o para dar la lata pidiendo dibujos,  decorados y demás variantes de la manualidad manual así como para enredar a ciertos de ellos a turbios negocios relacionados con la dentadura postiza que algún día me tocará llevar en este valle de lágrimas...
Si alguien pensaba que mis sobrinos se libraban de que les tocara la moral esta equivocado...  a la mayor parte de ellos los he “fastidiado” en la consulta cuando no ha sido con las marranadas del palo asqueroso en la garganta, ha sido con el endoscopio que les he metido con saña por las orejas y, para remate, a casi todos los he vacunado más de tres veces con mis prodigiosas jeringas invisibles... mosquito-like.
 Finalmente me trasladé a Barna a vivir y decidí que podía dar el coñazo a los que tenia por vecinos (y de paso a los sobrinos que se habían escapado del pediatra por la edad...) y me metí en unas obras que estuvieron dando por eso durante todo un invierno y parte del otro...

agosto 1999