Enunciado:
El cambio climático es una preocupación real pero no parece tan cercana como la preocupación que debiéramos sentir ante el deseado cambio en nuestras propias existencias, derivado del ritmo frenético al que vivimos a diario y del que desearíamos huir... Condiciones adversativas: Y si, a pesar de parecernos mas cercano (el cambio en nuestras propias existencias) no tenemos la capacidad para modificarlo, (ni siquiera en nuestro propio y egoísta interés) es por que vivimos en tal grado de alienación que nos impide modificar lo necesario, lo substancial, para conseguir cambios permanentes en nuestra concepción de “como Vivir”... y si eso es así en nuestro ámbito más próximo (en nuestro interior) en el cual teóricamente solo dependemos de nuestra decisión, imaginemos lo difícil que es la tarea cuando hablamos de afrontar un cambio climático con decisiones a nivel planetario...
La primera condición, la del cambio interior, nos muestra su adversidad por la práctica... por el fracaso repetido y el intento contumaz de modificar nuestras vidas en cualquier dirección, sin éxito aparente ni resultados significativos...
La segunda condición, la del cambio climático, nos muestra su fracaso por analogía con la capacidad que tiene el ser humano de automodificarse... “sino puedes hacerlo ni por ti como pretendes hacerlo colectivamente por el planeta”
Condiciones propositivas:
Sin embargo a pensar así: “imaginemos lo difícil que es la tarea cuando....” yo le llamo posibilismo. De la misma manera que vivir en (con) la expectativa de conseguir un cambio en la forma propia de vivir sigue siendo, para mí “posibilismo”. Y, en mi esquema mental (fruto de años de esfuerzo y reflexión), el “posibilismo” (que podríamos definir como la actitud mental que basa la acción en conseguir un resultado que solo es posible con el esfuerzo y que justifica la acción en si misma por el resultado finalmente obtenido) es el combustible que mueve la mayor parte de las acciones de la humanidad y del hombre particular. Es el combustible que hace que no abandonemos la persecución del logro, pues mantenemos la esperanza de finalmente obtener un resultado que compense el esfuerzo puesto en obtenerlo... y de ese posibilismo vive mucha gente, viven de él los que generan expectativas en forma de ayuda, sean gurús, maestros esotéricos o chamanes, sacerdotes o psiquiatras....
El marco mental ha de sufrir una tragedia. Sin ella no seremos más que asnos atados a un palo anclado en un extremo al poste alrededor del que damos vueltas y mas vueltas hasta el final de los días. Si, también podemos aspirar a que el surco que dejamos al circular sea más o menos profundo, pero nada más.
Condiciones subordinadas:
La tragedia ha de empezar el día en que descubramos que la creencia ha de ser abandonada. Lacanianamente hablando equivale a matar al padre.
Efectivamente, el padre es la creencia, pues el padre primero nos ha hecho creer en él, hemos creído en él desde la infancia por que el padre nos da la seguridad en el mundo, la madre nos da el ser y el sentimiento. Después el padre nos da la fuerza para enfrentar la contrariedad, nos da el ejemplo para independizarnos del refugio materno: de la comodidad del útero en el que nos sentimos ancestralmente seguros. Pero pasada la pubertad, en la que descubrimos que somos algo diferente de nuestros progenitores, hemos de resolver nuestra individualidad y nos ayudamos de lo que hemos aprendido, nos ayudamos -por supuesto- de la creencia. Sea en forma religiosa o no, pero básicamente en la creencia de que podemos hacer cosas y que debemos de seguir un camino propio. Creemos que es posible hacerlo y seguimos las pautas culturales que alimentarán ya definitivamente el posibilismo en el que nos instalaremos, de por vida o hasta que la venda caiga al aceptar nuestra tragedia. Da lo mismo si creemos en que nuestra vida tiene un propósito o si creemos que nuestra meta es descubrir lo que podemos ser y todavía no somos. Da lo mismo si creemos que Dios esta en todas las cosas o que la esperanza en otra vida más allá de la muerte es posible. Da lo mismo si creemos que la paz interior pasa por el camino de la meditación, del yoga o de la salmodia del monte Athos. Da lo mismo si creemos que tras la muerte no queda más que un cuerpo físico que es absorbido por la naturaleza en cualquiera de las formas en las que decidimos honrar a nuestros difuntos. Da lo mismo si creemos que la verdadera trascendencia se halla en la memoria de los vivos que nos sucederán. Da lo mismo todo, por que todo es alimentado por la creencia.
Por que mientras creamos, todas nuestras fuerzas se rendirán a los esfuerzos que haremos en pos de conseguir aquello en lo que creemos, en pos de unos resultados que a su vez alimentaran el esfuerzo, actuaremos bajo el mandato del posibilismo, de creer que es posible todo eso que hemos creído posible obtener o conseguir...
Principal:
Solo cuando la tragedia de abandonar la creencia se instala en nuestro marco mental somos capaces de vislumbrar que nuestro propósito vital solo puede sustentarse en la norma ética universal. Solo entonces es posible acercarse a la soledad real en la que vivimos y morimos. Todo lo otro que nos acompaña en el discurrir vital es el adorno necesario para que el drama tenga sentido. Es el atrezzo necesario de nuestra gran representación. Sea lo que sea en lo que hayamos decidido sustentar nuestra acción solo es posible tratarlo (con el objetivo de lograrlo) sin depender de que ello sea posible, ni de de que los logros en el camino sean el refuerzo que necesitamos para seguir avanzando. Lo que justifica la acción no es que seamos capaces de conseguir nada (posibilismo basado en la creencia), solo se puede sustentar en hacer aquello que éticamente nos ha de guiar, independientemente del resultado final. Ese es el argumento universal del Héroe. El Guerrero no lucha para ganar, lucha por que es lo debido. Y lucha hasta el final aunque sepa que no ganará o que morirá en el intento.
Final subordinado:
Lo que importa no es la meta (que depende de la creencia) sino el viaje que depende solo de nuestras acciones, tanto en lo público como en lo personal e íntimo.