El tránsito desde el siglo XV al siglo XVII permite la evolución del régimen feudal al estado moderno. A caballo entre el siglo XVIII y XIX, con la eclosión de la Ilustración, los nacionalismos, el socialismo y el marxismo más tarde, se produce la desmembración de los Imperios, ya constituidos en estado moderno. Pero no todos los estados modernos hacen esa transición de la misma manera. Básicamente hay dos formas, el pactismo y el totalitarismo o imposición por la fuerza. Si os preguntáis porque hago esta introducción histórica tened paciencia y lo entenderéis más adelante.
La aspiración de autogobierno de Cataluña no es nada nuevo, como seguro que sabéis llevamos 3 siglos reivindicándola. Otra cosa es como se ha ido resolviendo en el tiempo esta cuestión. Bajo mi punto de vista todo esto tiene que ver con la visión de estado que en España se ha heredado del siglo XVI, cuando en la guerra de sucesión entró en juego el estado absolutista de los Borbones, y acabaron con la visión de Imperio que tenían los Habsburgos. Allí donde la cultura de pactos (pactismo) se mantuvo, con los Reinos o ciudades libres (Hansa y demás) que conformaban un Imperio (Sacro Imperio Romano Germánico), se supo pasar del Imperio a un Estado moderno, pero se mantuvieron y respetaron las diferencias “nacionales”, pero en el caso de las monarquías absolutistas esto no se pudo hacer mas que por la imposición y la fuerza, como seguro que sabéis. En nuestro caso, la cultura de pactos, en la jerarquía castellana (algunos políticos le llaman casta) predominante en la monarquía hispánica, se perdió. Pero la aspiración a mantener la identidad cultural de algunos pueblos que la conformaban no fue olvidada. De aquellos polvos estos lodos. El resto es consecuencia de esta falta de cultura pactista. Ahora estamos viendo el hartazgo de un pueblo que ha intentado del derecho y del revés negociar constituciones, estatutos y condiciones que le han sido rebajados siempre que se ha podido, eso si, con la ley en la mano. Una ley o constitución que se ha demostrado incapaz de dar cauce pactado a nuestra aspiraciones de una mayor autonomía financiera, legislativa y cultural. No es de extrañar que al fin la resistencia pacifica en forma de desobediencia civil haya explotado frente al inmovilismo institucional. Por que no hay otra. Me siento Europeo, Hispano y Catalán. Pero si el camino para obtener ese fin ya descrito es pasar por la insurrección pacifica, me serviré de ello (del independentismo) a sabiendas de que pueden ocurrir unas perdidas que creemos pueden ser un mal necesario. Lamentablemente, en esta primera batalla de la nueva guerra de secesión en la que estamos inmersos, ya hay víctimas inocentes de un juego de fuerza impropio de los tiempos en los que vivimos. Ninguna idea, o aspiración ciudadana, justifica el uso de la violencia de Estado que hemos visto en Cataluña. Ni siquiera el hecho de contravenir pacíficamente las normas de convivencia que los españoles nos dimos con la constitución del 78. Cuando las leyes no sirven se han de cambiar. A veces por las buenas pactando, a veces con actos de desobediencia civil como el de este esperpento de refrendo, que si no ha tenido garantías para ser validado ante el mundo no ha sido más que por falta de pactismo. No tengo que recordar a nadie que sin la resistencia pacifica de M.L. King o la de Ghandi, no habrían cambiado leyes o estatus que finalmente cambiaron para adaptarse a nuevos tiempos. A nosotros, los catalanes actuales, nos ha tocado este papel y ni ética ni moralmente puedo evadir este compromiso con los míos. Soy catalán y quiero que respeten mi derecho a autogobernarme en el marco de un estado propio, pues la experiencia de estos trescientos años ha acabado con la ilusión, o el permanente engaño, de que es posible hacerlo sin tener un estado propio.
La formula seguida hasta el presente para obtener este objetivo es discutible. Si bien el Independentismo ha sabido liderar y conducir las emociones nacionalistas con éxito hasta ahora, es necesario recordar que nos enfrentamos a un Estado que no es tan democrático como quisiéramos. En realidad estamos inmersos en una guerra de secesión y no será fácil salir indenmes. El objetivo, el fin, lo comparto con los Independentistas, pero no creo que perseguir ahora la República Catalana sea la única forma de conseguir el objetivo, así que, realmente para mi, el medio para llegar a ese Estado propio también podría ser aceptar una Monarquia Parlamentaria Confederal que tendria mejor aceptación en un posible pacto... En tal caso, el Jefe de Estado nominal puede ser el rey de España, pero Catalunya tendría los instrumentos de Estado propio que reclama. Es más que probable, en mi opinión, que a estas alturas de la guerra, las emociones nacionalistas e independentistas reclamen la República propia y que por tanto esta opción no sea posible. Pero en caso de serlo, no me parecería mal. Estaría dispuesto a aceptarlo como un mal menor y como un paso intermedio para obtener algún día ese paradigma republicano que obviamente es mejor. Un paso intermedio que seria fundamental para soslayar o atenuar lo más grave de esta contienda ya iniciada: la enorme, desgarradora y triste fractura social que ha provocado entre Independentistas y Unionistas todos ellos Catalanes.
Para acabar solo quiero recordar que nuestra historia es bastante más antigua que la de España como Nación o Estado. Nuestro primer parlamento es del siglo X, no sabemos con seguridad si es el más antiguo o no de Europa, según algunas fuentes podría serlo. Ya entonces, los tres estamentos, clero, nobleza y pueblo creaban pactos con los Condes/Reyes, y estos juraban los preceptos, fueros y “usatges” que ni ellos como soberanos podían contravenir. Esa es nuestra cultura. A nosotros no se nos puede acusar de falta de negociación ni de falta de democracia. Otra cosa es lo que venden los medios. Que como bien sabemos son siempre, aquí y allá, manipulados.