miércoles, 18 de noviembre de 2015

Truman



Después de verla te quedas al menos turbado, en mi caso inquieto, y con tendencia a no dejar pasar la oportunidad de una reflexión.

La propuesta es clara.  ¿Se puede ser acritico en la amistad? 

Un café mañanero de domingo me puede servir para indagar en esta cuestión.

Tal como se plantea parece que si es una opción, no tan razonable como sentimental.  Sin embargo quedan dudas que debemos resolver.  

¿De qué depende?  

Ser acritico con el mundo que nos rodea es no tomar partido.  Es no entrar en el juicio que toda cuestión plantea.  Si lo unimos al concepto amistad parece algo extraño que uno no pueda dar su opinión, con respeto, sobre aquello que está en debate.  Si esta postura se extiende al tema trascendental de nuestra muerte todavía parece más raro que dos amigos no puedan entablar un debate sobre sus respectivas posiciones. O que uno de ellos dé por zanjado dicho debate por personal que sea la implicación de la decisión sobre su propia muerte.  Entiendo el intento (exitoso finalmente) de postura radical del personaje de Julian (Darin) pero no comparto la postura del personaje de Javier Camara, aunque haya bordado el papel.  

Probablemente el guión ha elegido esta situación de forma expresa para mostrar una más de las mil caras de las formas de enfrentar el mundo.  Pero nos deja con la duda de si Camara es simplemente un respetuoso espectador del mundo ajeno o un pasota enmascarado que opta por la no intervención por que es lo más sencillo.  Cada cual puede darle el matiz que quiera.  No se equivocara ni con una ni con la otra opción. Ambas son posibles.  Es así como Cesc Gay nos devuelve la pelota lanzada al aire.  Deja que cada espectador tome su decisión.  Como tantos otros guiones de final abierto en el que cada cual elige un desenlace posible. 

Mi conflicto aparece en el momento en que unimos esta cuestión con la amistad.  O con cualquier relación profunda como la de pareja o la paterno-filial.    Por que en estas relaciones se supone que hay más cosas que el ser simple espectador del devenir ajeno.  Estamos emocionalmente implicados y el respeto al otro también contiene un elemento de juicio de valor del que no podemos huir y frente al que subyace un deber y un derecho. Y si lo hacemos, si elegimos no intervenir, es tanto una cuestión de desconsideración al otro como de dejación de funciones obvias.  Deberiamos de tener excusas muy potentes para no sentirnos fracados en nuestro papel.  Mucho más potentes que la simple falta de tiempo. 

Hay varias trampas en la película que se usan para acotar y restringir al máximo las posibilidades: la distancia física entre los dos amigos y entre el padre y el hijo, la situación de divorciado sin pareja del personaje de Darin, y los solo cuatro días de presencia del amigo.  Estos cuatro ítems permiten al guión escudarse en el “lo intenté pero no fue posible”... por falta de ocasión o por falta de tiempo.  Pero enseña la patita, por que si quitáramos estas trampas no habría excusa.  El amigo tendría más ocasiones para entablar un dialogo profundo en el que debatiría su punto de vista respecto a la opción tomada por su amigo frente al sufrimiento y la muerte.  También el hijo tendría opciones de expresar sus emociones con algo más que un abrazo.  Y finalmente, si viviera en pareja se vería más claro que las decisiones finales de este tipo no son cosa de uno y ya está.  

No hay que confundir el respeto al otro con la falta de recursos para enfrentar una situación dada y abstenerse de entrar en un debate.  Es posible debatir con respeto, pero es más fácil ampararse en el respeto para salir airoso de una situación comprometida.  

El personaje de Camara, atado de pies y manos por el guionista, hace lo que puede... y solo le queda la opción de mostrarse aceptador de lo que se le viene encima: pagar, aceptar sus rarezas con estoicismo, y finalmente, como muestra definitiva de amor a su excéntrico amigo, aceptar a Truman sin mediar palabra.