Me gustaría daros de mí
mi mejor yo,
navegante sobre un fondo
de recuerdos,
hecho de retazos de tiempo
y de cariños,
antaño paisaje cotidiano
de una amistad
hebrada de gris y blanco.
Instante mágico,
apenas intuido eterno
por un fallo del tiempo
que nos une y nos separa
a través de unos espagetti con morcilla,
un arroz a banda
o un tinto riojano,
hechos entre guiños cómplices,
entre risas francas,
ya sea en las noches de San Juan
acaloradas como
a bordo de un bautismo náutico
que hoy navega todavía
en las memorias
como si el ayer de hoy fuera mañana.
Hoy, que es de verdad mañana, al encontrar estas líneas agazapadas en mi mesa, he decidido suscribiros a La madeja que recibiréis con periódica y variable periodicidad, no se sabe nunca cuando. Amén.
viernes 4 de agosto de 1995