miércoles, 11 de junio de 2014

La Tangente



A menudo la tangente de nuestra proyección se logra usando la energía de choque generada por la imposibilidad para el parricidio enfrentada a la necesidad analítica de nuestra mente ávida de respuestas que no lleven contradicción en sí mismas.  


[ Porque... algo tiene que morir para que nazca nuevo fruto.  Es igual que usemos el ejemplo de Buda, de Milarepa, de Cristo, de Mahoma,  de Baha’ullah (el fundador de la fe Bahai) o de Gurdjieff, todos ellos murieron sabiendo lo que iba a pasar y aceptando su muerte como necesaria para con ella dar vida a un nuevo impulso. Cristo mismo, ya que es el ejemplo occidental más a mano, expuso con su propia crucifixión el ejemplo vital de la muerte necesaria.  Cristo es crucificado por sus hijos y acepta la muerte para que ellos puedan seguir viviendo.  Somos los hijos de Dios los que le matamos.  Este mensaje es todavía (¿?) más críptico que el del Nuevo Hombre (libre de la limitación Anatta: ‘no existe un yo’) y el del Reino de los Cielos (estado del yo cuando deja de ser Anicca: ‘el yo no es permanente’)  que trae consigo (de Oriente: Cachemira, Punjab ?... ) después de 30 años de vida oculta, Jesús de Nazaret, el Cristo (al que llamaron  Salvador y Mesías a su pesar, con objeto de hacer de él una bandera de lucha política en una Palestina romanizada y que necesitaba una fuerza nacionalista para sacudirse el yugo del invasor...).  Cuestión aparte es que a continuación de su muerte el legado cristiano fuera interpretado a la medida del deseo de poder de algunos, que no solo confundieron muchos de los mensajes contenidos en la vida de Cristo, sino que engendraron un poderoso mecanismo histórico, social y político que trabaja desde hace dos mil años bajo el impulso generado por su propia necesidad de dar subsistencia a quienes lo amparan y a su vez son amparados por él. ]


La tangente de nuestra proyección.  Cada ser humano lleva en sí el germen de un desarrollo bio-socio-histórico.  Aceptar o rechazar este poderoso condicionante forma parte de los llamados trabajos de Hércules.  La energía es limitada, y usarla para remover las montañas de leyes que condicionan, desde nuestras respuestas biológicas más elementales hasta las sofisticadas reglas de educación urbana que nuestro pasado familiar y social  nos ha legado, puede ser, o no, un dispendio innecesario.  Existe un sentido interno (no siempre bien desarrollado) que es el discernimiento.  El desarrollo de este sentido dota al ser (a la esencia no a la persona_lidad) de una capacidad (por tanto entrenable) que permite seleccionar los movimientos que nuestra psique emprende para emparentar (sintonizar emotivo-mentalmente) con los recursos eideícos (las ideas con potencial de desarrollo propio que Popper llama Mundo 3) que la vida pone en contacto con nuestros instrumentos de captación (la lectura, el discurso, la contemplación, la reflexión, el diálogo o la lección).  Si el discernimiento es entrenado con objetividad, y entre los condicionantes suministrados contamos con el ahorro de energía como condición necesaria  [para ello es preciso no ser ni demasiado  joven e impetuoso (cuando todavía no hay experiencia sobre la perdida de vitalidad ligada al paso del tiempo), ni demasiado soberbio (autoengañado sobre las propias posibilidades), ni demasiado engreído (incapaz de aceptar el consejo de la experiencia ajena), ni demasiado ignorante (se requiere un mínimo conocimiento del funcionamiento de las leyes que pesan y actúan sobre el sí mismo)], entonces estamos en condiciones de enfrentarnos al trabajo de aceptación o rechazo con un instrumento eficaz.  Sin él, o sin el suficiente entrenamiento de esta capacidad, corremos el peligro de iniciar movimientos o dar pasos en direcciones inseguras o pagar altos precios (en términos de desgaste de energía) por explorar determinadas posibilidades. El discernimiento permite manejar los términos de adhesión o rechazo (a ideas, actos, posturas, opiniones, etc.) con una lucidez propia de lo esencial, y sin que deba intervenir, necesariamente, un forzado análisis racional de cada cuestión.  El discernimiento es un sentido que pertenece o se encuadra entre las cualidades de la inteligencia emocional superior del ser.  Debido a ello (a que pertenece a la esfera de lo emocional) es de acción mucho más rápida que lo puramente intelectual. 



La energía de choque generada.  La búsqueda de los conocimientos teóricos y practicos necesarios para enfrentarse a sí mismo y al mundo, presupone por parte del individuo un constante ejercicio de la fricción si-no, verdad-falsedad, fe-razón, etc.  De esta fricción, frotein según Aristóteles, deviene la generación de los sentidos internos que permite la qualitas necesaria para superar la barrera del academicismo. Alimentado el ser con la energia que libera el frotein comienza su crecimiento consciente y aparece en el horizonte de sus posibilidades reales (no de las imaginaciones sobre uno mismo) la desviación de la trayectoria para la cual esta diseñado o sea la tangente de escape de su círculo de recurrencia.  Para salir de una trayectoria, lineal o circular,  hemos de aplicar una fuerza tangencial al vector que nos impulsa de lo contrario seguiremos fielmente por el mismo camino por el que discurríamos. En este caso concreto la energía se obtiene de la oposición entre las dos condiciones que siguen: 


La imposibilidad para el parricidio enfrentada a la necesidad analítica de nuestra mente. El parricidio como forma de entender la superación de la protección paterna es una necesidad evolutiva que no siempre es posible satisfacer.  El ser experimenta frustración al no ver factible (el ‘no ser capaz de’ que equivale a un ‘no ser por sí’)  la exigencia de parricidio a la que le enfrenta el análisis.  La mente analítica, la razón, experimenta frustración al no conseguir de la esencia un movimiento integral que englobe todas las decisiones que afectan al parricidio consciente.  A menudo los anclajes histórico-familiares son puntos de muelle que nos devuelven todo intento de penetración.  Complejos de culpa y malos desarrollos de la conducta sexual pueden anidar en el fondo de estos impedimentos.  Es una labor previa a todo trabajo desbrozar el camino de estas cizañas, ya  que todo el recorrido que hagamos sin haber aclarado estos poderosos condicionantes de nuestro sí mismo, pueden ser considerados inútiles, o pasos en falso sobre una estructura que llegara a trastabillar bajo nuestros pies más tarde o más temprano.  


Respuestas que no lleven contradicción en sí mismas. La vida nos emplaza diariamente para dar respuestas criticas ante eventos que pertenecen a tres órdenes de cosas diferentes.  Eventos de matiz emocional, intelectual y motriz.  El ser poco evolucionado, poco sometido a introspección, cree disponer de una conciencia unificada que actúa como centro neurálgico de sí mismo, (pero es Anatta y no lo sabe).  Abonado a esta suposición (creencia en él) persiste en creer que tomará decisiones consecuentes con el sí mismo que cree ser.   Si la introspección no es superficial, y si esta persiste en el tiempo, no tardará el ser en descubrir la contradicción en la que conviven sus tendencias.  Empezará por descubrir que su voluntad tiene varios dueños, que su decisión de ayer es discutida hoy por un nuevo deseo surgido de una nueva visión, que su emoción fue capturada por algo que su mente no admite como válido o que su gusto por un manjar choca con el conocimiento sobre la cantidad de calorías que acaba de ingerir...(despertará en él la necesidad de dejar el estado de Anicca o sea de perseguir el Reino de los Cielos).  Siendo así, aceptará la contradicción en las respuestas que su día a día le obliga a dar y verá con vértigo el vacío sobre el que transita.  Todavía ajeno a la idea de que es imposible zafarse de esta condición, tratará de encontrar validez real a las respuestas y buscará la raíz del engaño, el origen de los condicionantes que aprisionan su capacidad para dar respuestas sin contradicción.  Así se acercará lentamente al primer paso (al parricidio)  necesario para tomar en verdadera (y no imaginaria) consideración la idea de si aceptar, o rechazar, nuestro identidad bio-socio-histórica.  Aquí empezará su verdadera noche del huerto de los olivos.