[¿Qué acabó con los 80?]
1. Introito (de las intenciones del pasar página)
Puede ser que la distancia dé la verdadera medida de las cosas. En cualquier caso si me parece seguro que al alejarse de algo uno adquiere mayor perspectiva, siempre que no deje pasar tanto tiempo que la lejanía obscurezca el pasado con el tinte del olvido. Como en todo, el justo término es difícil de alcanzar y, dejado a su mecánico discurrir, se nos escaparía el momento (de hacerlo) como tantas cosas-ocasiones en esta puñetera vida que nos discurre (escurre?), a veces, a nuestro pesar. Por eso, refrendando que la ocasión la pintan calva, he querido aprovechar mi último viaje a Doneztebe (Santesteban de los Labáyenes en el pasado) para explicarme mi visión de las cosas.
Vale lo precedente como preámbulo del ámbulo que sigue. Pero no estaría completa la copla si no delimito el período que me propongo revisar y el propósito del intento. En lo temporal va del 70 al 90, que en mi caso personal coincide con la franja de edad que va de los 20 a los 40 años, y el objeto del intento es el eje: CosmoVisión Ouspenskiana-René-Vida.
Naturalmente me he de hacer 3 advertencias, comunes a cualquier lector y obvias dado el caso. La primera es la de no-pretensión de imparcialidad. La segunda la pretensión de subjetividad. La tercera es la de apreciar la preeminencia de las visiones globales por encima de los detalles de carácter historicista.
2. Ofertorio (de la triple perspectiva; para que el lector atienda)
2.1. Empezaré por decir en lo que creo. Creo que el ser humano lleva en sí la posibilidad de ser/tener (siempre y en todo momento) algo más de lo que en un instante dado es/tiene. Esta expectativa de ser/tener es fruto de su conciencia proyectiva, característica que lo identifica y hace único entre los habitantes planetarios (que sepamos por ahora). Este simple fenómeno mental mueve la poderosa máquina imaginativa a realizar especulaciones alrededor de lo que puede ser. La capacidad histórica del ser humano deviene consecuencia inmediata de dicha posibilidad. Sin conciencia proyectiva la historia (el recuento de lo sucedido) no tendría utilidad para el humano (a los animales no les hace falta recordar las cosas pasadas, les basta con vivir en la intensidad del momento presente). Pero cuando uno especula debe comunicar su especulación y contrastar los resultados de ella, así aparece el lenguaje de alto nivel (el lenguaje simple sólo sirve para comunicar lo inmediato, el presente). Al intentar comunicar comprueba que la eficacia de las especulaciones va ligada a la posibilidad de probar su grado de veracidad y con el discurrir histórico el hombre recurre a la revelación, ya sea de origen divino o humano, para reafirmar o confirmar sus hipótesis o sus especulaciones.
2.2. Establecido el primer marco general (recordemos que he partido diciendo que esto es aquello en lo que yo creo), me queda mover el enfoque hacia otro punto, a saber: esto es lo que yo compruebo. Compruebo, porque puedo usar los sentidos físicos para hacerlo, que el ser humano es un grupo zoológico organizado cuyo desarrollo obedece a leyes naturales a partir de las cuales, y por necesidad biológica, el mismo deriva ciertas leyes que llamaremos sociales y que regulan su crecimiento, desarrollo y supervivencia grupal. Esta enorme actividad humana que abarca el período que conocemos como Historia de la Humanidad (antes del período histórico actual no tenemos vestigios de lo que fue) se mueve en tres ejes principales y usa de dos herramientas básicas. Los ejes a los que me refiero son: las religiones, las guerras y la actividad política. Los instrumentos que usan cualquiera de ellas son la fascinación de las ideas: la hipnosis mental colectiva y la aplicación de la fuerza física para violar el curso natural de los sucesos, acomodándolo a la conveniencia del más fuerte en detrimento del más débil. Estas tres actividades, y sus herramientas, son protagonizadas por seres humanos y como consecuencia de su acción sobre el devenir del colectivo social tenemos el status mundial que conocemos. El ser humano individual es capaz de quedar sometido a la fascinacíon de las ideas o al influjo de la violencia física, pero también es capaz de las mayores hazañas en pos de la consecución de un ideal surgido previamente de su capacidad especulativa. Esta constatación es preciso mantenerla en la memoria permanentemente so pena de caer en los consabidos pesimismos apocalípticos, tan al uso en nuestros días. Valorar si el ser humano grupal, la humanidad, en su constante adaptación y cambio, mejora o empeora en relación a la situación que poseía en el pasado, es un acto especulativo que por el momento escapa a la posibilidad de comprobación que hemos establecido como marco de referencia en este segundo enfoque.
2.3. Pero como no hay dos sin tres, dice el refrán popular (que esconde la sabiduría del tiempo vivo que nos discurre...), quiero hacer un tercer movimiento con la cámara mental y enfocar un último marco: mi propia existencia individual (la del lector en definitiva, también, y por extensión). . ¿Que me dice mi vida?. Me explica una biografía que determina mis pasos hasta cierto punto. Me incrusta en un medio natural del que soy parte constitutiva como el mejillón de su roca o la almeja de su playa. Me cede, a precio variable según casos, una incorporación a lo social que matizará el obrar, el sentir y el pensar sin que los determine forzosamente. Me permite graduar el grado (valga la redundancia) de incorporación a lo colectivo, el grado de personalización o individuación deseado en función de un sinfín de variables. Me admite, para acabar, un amplio abanico de posibilidades respecto a la toma de conciencia respecto a si misma (a la propia vida, existencia en si) que van desde la alienación simple total hasta los más altos estados de conciencia experimentados en el satori o en la mística. Y al lado de todas estas posibilidades y cosas que la vida me dice hay una exigencia que la vida me pone, quizás sea la única. La vida me exige algo tan simple como es vivirla. No puedo aplazar las cosas, las decisiones, he de vivirlas instante a instante. He de ir bebiendo la copa que cada día me llena. He de digerir todas las impresiones que me trae. He de asimilar las experiencias que me obliga a pasar. Continuamente estoy frente a la exigencia de vivir el día a día, un constante recuerdo (si así se quiere aprovechar este facto ineludible) de nuestra condición animal (de aquel que sin conciencia proyectiva no vive preocupado por el devenir solo vive ocupado en el ser del presente) que aflora como penosidad dada nuestra innata capacidad (no obligadamente desarrollada por todos los seres humanos) para la proyección futura para la especulación. Esta que he llamado penosidad, lo es en tanto que encadena a la acción. Somos, soy, prisioneros de nuestras pulsiones-acciones-compulsiones que el devenir mecánico de nuestra vida nos obliga continuamente a aceptar para seguir adelante, para seguir viviendo. Frente a esta exigencia no valen especulaciones, es así por un imperativo vital. Sin embargo lo que no puede la especulación si lo permite la praxis. Mis antepasados descubrieron que cuando los procesos vitales se enlentecen (el ayuno, la inmovilidad, el dolor preagónico, la cercanía de la muerte, etc.) el dominio de la vida decae y permite una estrecha franja para escapar a la ley que exige ir deprisa, deprisa. Es así como una herencia vital me atrae hacia el posible autoconocimiento. Parece que la vida misma sea una rueda en constante movimiento cuyos radios hacen opaca la visión de lo que hay más allá de ella misma. Las condiciones que permiten aminorar la velocidad hasta que se permita el afloramiento de lo que trasciende la rueda (la vida), son difíciles de conseguir, pues son contra natura, contra el funcionamiento ordinario de la vida misma, mas no imposibles de lograr. Aquí empiezan los problemas. Dime que algo es difícil y allí me tendrás preparado para intentarlo. Y el intento de ser es mi vida.
3. Consagración (del desmadre de huevo en el que me incubé)
Puestos los marcos, como límite, y los cuadros pintados como contenido, ya empezamos a tener parte de la decoración precisa para abordar la tarea. Seguirá la necesaria historieta de una existencia que puede ser la de cualquiera. En este caso es la mía propia.
Procedente de una familia burguesa sin tradiciones académicas ni intelectuales, tan sólo ocupada en la supervivencia que otorga el dedicarse a "la pela" (amparándose en un honesto seguir los preceptos religiosos del momento), fui educado en un colegio de Jesuitas e inflamado por las visiones Sanignacianas desde el inicio, precoz, de mi adolescencia. El compromiso místico, relegado a trabajar en el inconsciente dadas las tendencias naturales del momento puberal, fue adecuadamente recogido por el Opus Dei el cual en su momento transportó la Cueva de Manresa a la realidad del trabajo de cada día. Pero la reparación duró poco. El momento histórico-social y una infatigable capacidad de lectura me puso ante mundos fascinantes que abrirían la puerta del inconformismo en los ámbitos de lo estudiantil, lo social, lo religioso y lo familiar. Estamos recogiendo las formas de un mayo del 68 llegado tardíamente a nuestra Universidad. Es la época de las comunas, del libertarismo y de la psicodelia.
Un terrible telón de acratismo (de desentendimiento de lo establecido) se cernirá sobre mi desarrollo en los años sucesivos: se acaban las veleidades opusdeisticas y el inconsciente místico se refugia en el yoga, en la filosofía existencialista y en el Zen. Un buen dia allá por el 70 aparezco por Pamplona y recibo la primera noticia de ciertas lecturas que, de la mano de Diego y Anibal, me acercan a la que a partir de ahora llamaré CVO (Cosmo Visión Ouspenskiana) para resumir el conjunto de conocimientos que emanan de Ouspensky, procedentes muchos de ellos de su contacto con Gurdjieff. Conjunto al que durante años nos hemos referido como "La Enseñanza".
4. Eucaristía (o sea reparto de hostias; donde no siempre reciben los injustos)
Lo que al principio era una teoría interesante, lo más interesante que habíamos tenido entre manos el grupo de locos interesados en la CVO, se convirtió en pocos meses en una pasión para vivir parte de una vida. Ejerció sobre nosotros la fascinación hipnótica propia de los enamorados y de los más altos ideales. A través de la colonia mexicana de locos por el tema entramos en relación (de hecho ya existía el contacto previo de Joachi Corella) con René, y en poco tiempo fuimos uno a uno escribiendo a René, presentando nuestra candidatura al aprendizaje y acabamos constituyendo lo que llamamos un grupo de trabajo cohesionado y dirigido. En los momentos culminantes o de mayor actividad del grupo llegamos a ser 12 personas, repartidas por la geografía de España, las que trabajábamos con René. Son años de encuentros, de viajes, de reuniones con carácter iniciático implícito mas no verbalizado, de miles de horas invertidas en reflexiones escritas y en trabajos dirigidos sobre temáticas de la CVO. René es insistentemente solicitado para una dedicación casi integral al grupo; paralelamente (en México DF ya se venia trabajando desde hacia tiempo en unas condiciones similares), la diáspora a la que obliga la vida separa poco a poco a los componentes del grupo, tanto del mexicano como del nuestro, y sus integrantes empiezan a variar. René deja su trabajo de fotografía y pasa a dedicarse full time a su papel de guía-maestro. Con una imagen de bipolaridad, de lanzadera, los mejores años de aquella época son los que transcurren en viajes de René de uno a otro lado del Atlántico, dedicando meses a permanecer en España y a residir en Labayen-Pamplona por temporadas. Uno de los momentos culminantes (para mi experiencia) se produce el verano del 82 en Premiá de Mar donde conseguimos reunirnos durante una semana larga la mayor parte del grupo. En los tres años que siguen a este encuentro mi tarea será el catalogo y recopilación informática de todos los escritos de René y el grupo. En el 86 lo tengo listo y lo reparto. Ese día, personalmente, cierro un ciclo. Seguirán años en los que René delega su dirección apostólica ya que no puede permanecer en España tanto tiempo. Se mantiene el nexo a través del correo y de reuniones en Pamplona-Labayen, con Diego como comentarista y director de nuestro trabajo. Pero los años de aquellos viajes a las catedrales góticas, a Chartres, a Stonehenge, al mundo de Gaudí, al Louvre, a Grecia... ya han pasado. René acusa algunos problemas de salud y cuando vuelve a España a principios de los 90 ya es para asistir a un final de etapa manifiesto.
5. Reflexión final (que no presupone objetividad alguna)
Cuando me pregunto lo que ha supuesto mi participación en el grupo de trabajo liderado por René durante 20 años, me he de responder que ha sido la aventura vital más trascendente por la que he pasado. Nada se le puede comparar en intensidad y en huella dejada. Este balance netamente positivo no puede ser empañado por una sensación, ni siquiera mínima, de haber perdido algo, ni que se tratara de una oportunidad de ir más lejos. ¿Por qué lo digo? Porque parece que en alguien pudiera anidar la duda de si los esfuerzos fueron suficientes, y me parece tremendamente injusto auto-cultivar (o dejar que un amigo lo haga) este pensamiento-sensacion-emoción que en realidad no es más que una variante del pobrecito de mí, que a su vez ha de estar clasificado como pulsión racionalizada procedente de las partes emocionalmente negativas; o lo que es lo mismo una variante de la compasión complaciente de sí; o lo que sigue siendo lo mismo un mecanismo de consideración interna equivocado; y que no merece otro tratamiento que el de ser desenmascarado.
Es fácil caer en el mecanismo de pasar cuentas. Es mucho más fácil hacerlo con los demás pero no es imposible acabar pasándolas en uno mismo apenas dándose cuenta de lo que sucede hasta que llegamos al atisbo de sacar consecuencias. En ese momento del mecanismo ya es demasiado tarde para retroceder: la conclusión ha nacido y se apodera con tremenda seguridad del yo protagonista; luego solo hará falta tener ocasión para sacarla a pasear (cualquier conversación sirve para airear a la recién nacida conclusión) y así engordará, crecerá, al alimentarse de la sutil negatividad que atrae a su alrededor (al darle nuestra atención).
La CVO me ha enseñado, durante todos estos años, que cualquier esfuerzo hecho no se pierde. Por grandes o por pequeños que sean seguro que nuestro relación con René ha generado esfuerzos. Esa es la ganancia neta que nos hemos de apuntar. René mismo nos había dicho a menudo que nada es casual en el terreno de la transmisión de conocimientos a un grupo. Efectivamente, leyendo a Ouspensky se puede encontrar explicación a estas, hasta cierto punto, enigmáticas palabras. Cuando una persona se acerca a ciertos conocimientos (normalmente ocultos a la visión ordinaria de los humanos) inicia una remodelación de su estar y ser en el mundo que la somete a una clase de influencias diferentes de las accidentales de la vida. Dicho en palabras de Ouspensky: existen dos tipos de influencias sobre los hombres: las procedentes de la vida y las procedentes de un nivel externo a la vida; estas últimas nos llegan del circulo esotérico de la humanidad y difieren de las primeras en que no están, en origen, sometidas a la ley del accidente, son por tanto creadas conscientemente por alguien con un propósito determinado. La aproximación [de cualquiera de nosotros] al camino para llegar al pleno desarrollo humano, aceptando plenamente los presupuestos de la CVO, no es fruto de una casualidad sino de la acumulación de esfuerzos. En lo que yo personalmente difiero con otras personas es en la interpretación monovitalista frente a la multivitalista. Me explicaré (para volver después nuevamente a este punto). Alguien puede decir: puesto que no recuerdo nada de mis posibles recurrencias vitales (otras vidas), ni tengo flashes del tipo dejá vu, ni nada parecido, no puedo asegurar ni tener certeza alguna de que nada de lo que ahora haga me sirva en el futuro. Y yo le contestaría: dado que sabemos experimentalmente que el nivel de vida atrae determinado tipo de vida, es muy probable que ello también sea válido a la hora de la concepción: así nuestros hijos elijirían, como nosotros, sus futuros padres, en ese intervalo vital que transcurre entre la muerte y el comienzo del próximo ciclo. Una vez, hablando de esto, René me dijo: si no quieres tener malos compañeros de viaje vigila que tren coges. Con ocasión de un curso sobre Ayurveda le pregunté al maestro de mi maestra de yoga si la existencia de espíritus maléficos podía afectarnos a los humanos y me contestó que en la misma medida que los leones o los tigres, y añadió sonriendo: "todo es cuestión de no frecuentar los parajes en los que abundan... ya que de la misma manera que puedes vivir cien vidas sin ver jamás un felino en su medio natural (a no ser que viajes a la sabana africana) así también sucede con ciertas formas vitales no corpóreas; ...que no tengamos contacto es meramente un problema de espacio". Lo que valido a través de mi experiencia, la cual me ha enseñado que cuando quiero oír trinar a los pájaros voy a la montaña y no al metro (suburbano, subway). En conclusión he de admitir que a pesar de que no pueda comprobar (y entender) los mecanismos por los que se transmite de ciclo a ciclo la experiencia y el trabajo interno, si he de aceptar (por la experiencia analógica) que existen formas efectivas de transmisión de esta hacia el futuro; es más he oído explicar a René, no una sino varias veces, que el trabajo en el hoy afecta al ayer, por tanto las influencias no sólo se transmiten hacia adelante, hacia lo por suceder (que fuera del tiempo ya es) sino hacia lo sucedido (lo cual es plenamente explicado por la circularidad del tiempo, ver: El tiempo vivo, Un nuevo modelo..., etc).
Bien, retomaré la última frase antes de la disgresión sobre univitalismo/multivitalismo. Decía: "La aproximación de cualquiera de nosotros al camino para llegar al pleno desarrollo humano, aceptando plenamente los presupuestos de la CVO, no es fruto de una casualidad sino de la acumulación de esfuerzos." Es fundamental darse cuenta, caer en la cuenta, comprender más allá de la apariencia, que identificar el contacto con René como el camino, a parte de ser un acto de la imaginación (un acto interesado), es la fuente o raíz de la cual brota o se alimenta un aspecto de la falsa personalidad (la personalidad de aprendiz esotérico) y que a la hora de cerrar etapas puede traer pensamientos-emociones-movimientos de culpabilidad (por la falta de resultados, por la falta de esfuerzos, por la pérdida de oportunidades, etc) ya descritos en el inicio de la reflexión. Insistiré mil veces en ello por que es la piedra de toque, la piedra sillar que debía de encontrarse entre los cascotes para que la reconstrucción de nuestra propia catedral no partiera de bases equivocadas. Lo dice explícitamente (supongo que previendo las dificultades que ocasionaría el tema) Ouspensky en Fragmentos... capitulo 10 y especialmente páginas 406-407. Efectivamente nuestra calenturienta y apresurada imaginación nos lleva a pensar (en la década de nuestros veintipico años) que el camino empieza al mes siguiente de leer Psicología de la posible evolución, ya está, ya hemos encontrado la escuela que nos pintaban tan difícil los libros; será que nos lo merecíamos; será que somos hombres ladinos; será que hemos nacido con la flor en el culo; será..., será, será el cuento de la lechera. "Este es un trabajo que abarca todo tiempo" decía René, y no se dejaba ningún artículo en la construcción de la frase. El camino no comienza en el mismo nivel que la vida, sino en un nivel muy superior. Nuestra imaginación nos ha mantenido en la fascinación de otra cosa y René ha sido parte de nuestra identificación. Pero probablemente es lo que necesitábamos en el nivel en que nos hallamos. Pedir y se os dará. Esa era nuestra necesidad en este momento. Como cualquier experiencia, esta representa una acumulación de material interno a la cual se puede volver siempre que se quiera para aprender. Hemos estado, y porqué no, seguimos estando, sometidos a un preciso entrenamiento para aprender a diferenciar las influencias que nos llegan. Ahora, después de todos estos años estamos mucho mas preparados para el discernimiento, capacidad de nuestros sentidos internos que permite olfatear rápidamente cuando los eventos forman parte de la vida accidental o cuando son cosas que tienen su origen en la segunda clase de influencias (aunque puedan haber caído bajo el influjo de la ley del accidente).
Ni puedo ni me atrevería a juzgar la figura de René. Solo él sabe cual es su papel en esta partitura, nosotros sabemos cual es la parte que a nosotros toca y aun así sólo de forma velada o deformada por nuestras respectivas subjetividades. Pero sí tenemos los elementos suficientes para poder afirmar que hemos pasado, todos nosotros, por una forma preparatoria de contacto para aumentar nuestro nivel de ser. Una preparación necesaria para acercarnos al camino, no para andar por él (por que entre otras cosas ni lo hemos vislumbrado); una forma de subir niveles previos que es imprescindible para que como humanos lleguemos un día (ahora o en otro ciclo) a estar preparados para trabajar bajo una dirección consciente y con un objetivo preciso, sea en el cuarto camino o en cualquier otro.
Se nos ha dado un gran instrumento para seguir pescando. La CVO, que estos veinte años nos ha cedido el contacto con René y el trabajo de grupo, nos dota de un magnífico instrumento de afinación de nuestro desequilibrado e inarmónico ser. El campo de trabajo donde poner a prueba este crecimiento de la esencia son precisamente las accidentales condiciones que la vida a cada uno le haya deparado. Nuestra energía, tanto si hemos aprendido el truco de no malgastarla como si no, ha de emplearse en los ámbitos naturales de nuestro desarrollo como personas sociales. No podemos (no hemos podido y por eso ahora estoy escribiendo esto) desdoblarnos como Hide y Jekill; una parte de nosotros identificada con la imagen de aspirante a derviche volador, otra tratando de resolver los problemas de cada día con la pareja, con el trabajo, con la sociedad, etc. La energía ha de canalizarse hacia una vida unificada que tenga objeto por sí misma, y en el ejercicio de ella encontrar la ocasión de equilibrar la actividad interna. Esta bien el período de ilustración intensa al que fuimos sometidos. Equivale a un pase por la primaria, pero no vayamos a confundirlo con el ingreso a la Facultad. Hemos de comprender, para no ser tremendamente injustos con René, que si él hubiera sido ese Maestro supuesto y nosotros ese Grupo Esotérico por él seleccionado, le estaríamos colgando el enorme peso de un fracaso en toda regla. Me niego a pensar en una selección consciente de cada uno de nosotros para la formación de un grupo equilibrado y armónico, me niego a atribuir intencionalidad consciente a nuestra selección, me niego en fin a atribuir a René la responsabilidad consciente que todo Maestro tiene sobre el futuro de aquellos a los que él busca para formar su Grupo de trabajo, el cual siempre es constituido en el marco de un trabajo concreto a hacer, en un momento histórico concreto y con unos límites temporales claros. La única fuerza consciente que todos estos años, y no olvidemos que René lo había dicho muchas veces, ha actuado sobre nosotros son las propias ideas de la CVO. Como explican, tanto Gurdjieff como Ouspensky, las ideas se proyectan desde un centro consciente y a pesar de caer en el torrente de la vida ordinaria siguen trabajando a aquellos que quedan bajo su influjo, da igual que haya sido aprovechando la máscara de la fascinación de una escuela esotérica como si ha sido por que encontraste un gurú personal. La validez del medio no está siendo juzgada, lo que cuenta es la transformación interna que supone el haberse acercado a las ideas potentísimas que la CVO ha sabido adecuar a nuestros días.
6. Mi visión personal de la cosa.
Formamos parte del Tritocosmos. En la dimensión en la que le es posible vivir, a esta forma vital que llamamos ser humano, y durante el tiempo que la ley del accidente nos lo permita, hemos de reciclar, destilar, refinar, separar el principio espiritual que nos anima, del soporte fisico que nos transporta. Cada ciclo nacimiento-muerte se produce en el mismo espacio tiempo, el cual es tan sólo una más de las infinitas posibilidades de una sola existencia. Sólo puede detenerse la espiral de la recurrencia por un trabajo humano que nos permita trascender con la conciencia el momento de separación del ser espiritual del ser animal. Para ello es preciso que se dé el fenómeno de organización mental que da lugar a la generación anímica (a la aparición de un alma). Fraguar este proceso es el trabajo del esoterismo.
Nuestra posición dentro del Tritocosmos es la pertenencia a un ser galáctico, dentro del cual habitamos un sistema planetario que depende de un Sol. Sabemos que somos parte de la naturaleza que a su vez es la forma biológica que cubre al ser Terrestre. La razón de ser de la cubierta biológica de la Tierra es de tipo energético. La naturaleza tiene la capacidad transformadora de la energía recibida del nivel del Sol que la Tierra debe de transformar para a su vez irradiar hacia su nivel inmediatamente inferior: La Luna. La cubierta biológica, en conjunto, tiene una función metabólico-digestiva y dentro de la naturaleza el papel del hombre es transformar ciertas energías que recibe, entre ellas la procedente de los alimentos, en otras más sutiles que serán irradiadas hacia el nivel inferior. Es por tanto una función excretora la suya.
La limitación sensorial así como la disposición de las leyes cósmicas incapacitan al ser humano corriente para la percepción de la realidad tal como es en el mundo cuatridimensional en el que vivimos. Por ese motivo la Tierra y la Luna sólo tienen sentido o apariencia, para nosotros, como masas minerales gravitando alrededor de una estrella que es el Sol.
La evolución natural (o sea prevista por el movimiento creador inicial) de la Tierra tiende a necesitar una evolución de la naturaleza y dentro de esta la [evolución] de la humanidad adaptándose a sus crecientes necesidades (las de la Tierra). La cadena trofotrófica (el nivel de la Luna se alimenta del nivel de la Tierra y esta se alimenta del nivel del Sol, etc, etc, lo que se resume por: trofotrófico=alimento de alimentos) precisa de cantidades crecientes de cierto tipo de energía que en el nivel que nos compete se produce a través de las emociones humanas. Las leyes cósmicas que nos rigen (como las biológicas que conocemos) permiten un mecanismo contracorriente (tal como la bomba de sodio de la membrana celular) que a costa de un gran gasto de energía personal impida la evolución natural de ese elemento individual de entre las miríadas de elementos personales que fieles a las leyes que los rigen correrán la suerte de ser consumidores y productores de alimento en la cadena trofotrófica. ¿Por qué existe esta excepción? ¿Hasta qué punto es necesaria [la excepción] en la cadena? No lo sabemos ni tenemos en el nivel de ser actual explicación para ello. Sólo sabemos que es así y que por los motivos que sea existe la posibilidad de ir contra lo programado. Es evidente que la dificultad que entraña el completar el proceso, hace que sea ínfima la posibilidad de que el resto de las miríadas personales escapen a su función prevista, lo cual resta importancia al proceso desde el punto de vista de la economía cósmica.
Una compleja teoría dimensional, magníficamente expuesta en la CVO, explica la compatibilidad de la vida simultánea en universos concéntricos que no se molestan entre sí. Es posible saltar de dimensión mediante el mecanismo contracorriente. En lenguaje figurado esta posibilidad es la de alcanzar la vida eterna, el cielo, el nirvana o el paraíso de los fieles.
Desde el principio de los tiempos las religiones son los vestigios de un conocimiento oculto que permite tener éxito en el esfuerzo por apuntarse al mecanismo contracorriente. Es preciso vueltas y vueltas al espiral del alambique para destilar de la naturaleza humana las condiciones de nacimiento que faciliten el acceso al camino (entendiendo por este el camino que lleva a la liberación de la recurrencia).
Las religiones, los nobles ideales diseminados en la corriente de la vida, la acción de las ONG para paliar las desdichas de la desigualdad humana irreparable, el intento no fraudulento de llevar adelante ideales políticos basados en la solidaridad interhumana, etc, etc, son otras tantas siembras del círculo consciente, son influencias llegadas a la vida procedentes de un núcleo [de seres] que necesita alimentarse de las consecuencias que su implantación (la de estos ideales) crea entre los humanos. La ley cósmica es inexorable: para ascender un paso en la escala contracorriente has de dejar a alguien en tu lugar (no importa tanto el nivel de verdad absoluta de lo que cree estar haciendo como el esfuerzo [=alimento para otro nivel] que ha hecho y que de otra forma quizás se hubiera perdido).
Al final nos damos cuenta de que somos poca cosa más que alimento para peces. Amén.
P.D. No quiero acabar sin antes expresar mi satisfacción al saber que René vuelve a tener (quizás no lo ha dejado de tener nunca) un grupo de estudiantes en el DF. Estoy convencido que sus integrantes nunca sabrán hasta que punto la experiencia de René con nosotros los está ayudando en este momento. Tampoco sé, ni podemos saber, si su trabajo nos puede ayudar en el futuro o quizás en el pasado. Y, si algún día, de regreso en la vida, se descubrieran a si mismos desfascinados, verían que son las mismas ovejas pendejas de siempre pero con unos años más y sobre todo con más lana.
© MacAlbert
Granollers sur Mer, mayo 1994