miércoles, 19 de octubre de 2011

8) El objetivo equivocado

No se ha de ser muy original para llegar a este punto.  Muchos seres humanos a lo largo de la historia han andado este camino para llegar a la misma conclusión.  Pero el paso siguiente es delicado.

Viendo como están las cosas: la dificultad inherente al ser para mantener una auto-consciencia permanente —dificultad que reside en el diseño y construcción de la maquina humana—, nos podemos preguntar como han resuelto este problema otros antes que uno mismo.  Si hacemos un repaso a la historia humana a la búsqueda de respuestas que permitan variar nuestro modo de funcionar, vemos que esta cuestión ha generado ríos de tinta y de experiencia.   Más adelante abordaremos —sobre esta temática— un matiz que a menudo se pasa por alto, es la ‘noble’ cuestión de sacar partido de la ignorancia ajena en beneficio propio. O dicho de otra manera, el: «para saber lo que yo sé, tú has de pagar un precio».

La tentación de ceder a ciertos modelos prefabricados que explican como salir del atolladero es muy grande.  Pero hemos dicho de antemano que nuestro planteamiento inicial no era la creencia en algo que otro proclama como cierto, sino la averiguación, usando la razón, para entresacar lo que esté poco visible e iluminar lo que es poco claro.   Utilizar los dogmas de terceros en este caso sería incoherente con el principio expresado.   Es útil, si, por supuesto, acceder a las explicaciones que han dado todo tipo de maestros del desarrollo humano en todas las variantes posibles.  Sobre todo es útil para hacerse una idea de fondo que permite deducir que, con palabras diferentes y con creencias desiguales, todos caminan mas o menos por los mismos derroteros.   Algo debe de haber que hace que todos acaben pensando en las mismas cosas. 

A fuerza de darle vueltas, y de vivir en ello, he acabado deduciendo que lo que es igual o común a todos es que todos los sistemas abordan al ser humano como algo perfectible pero no necesariamente obligado a perfeccionarse.  O sea que tenemos la posibilidad de construir un ser coherente con lo específicamente humano, pero no es necesario que así sea para lograr la supervivencia de la raza.  La humanidad puede seguir mecánicamente su desarrollo, que eso no la destruirá de inmediato —y no podemos especular si lo hará en el futuro—,  pues parece como que existiera en los hombres un posible desarrollo mental o psíquico que nos situaría por encima del nivel mental natural; desarrollo que solo podrían alcanzar aquellos que se plantean la vida como un camino para perfeccionarse.

Muy brevemente describo la teoría de los tres mundos que el filosofo K.Popper enunció para explicar ciertas cosas.  En ella se explica que existen tres mundos que tiene relación entre si.  Como «Mundo 1» se refiere a lo que puede llamarse el mundo físico: los objetos,  las rocas, los árboles, los animales, la naturaleza en general y los mundos de la química y la biología. Como «Mundo 2» se refiere al mundo psicológico propiamente humano. Es el mundo subjetivo de lo humano, el de los sentimientos, de las disposiciones a actuar y de todo tipo de experiencias subjetivas, incluidas las subconscientes e inconscientes. Como «Mundo 3» se refiere al mundo de los productos elaborados por la mente humana, los productos tanto culturales como teorías de pensamiento, religión, arte, ideologías, etc. .  El contenido de un libro, o de una teoría, es algo abstracto. Todos los cuerpos físicos concretos, tales como las rocas, los árboles y los cuerpos animales y humanos, pertenecen al «Mundo 1»; y todos los estados psicológicos, sean conscientes o subconscientes, pertenecen al «Mundo 2». Pero las cosas abstractas, como los problemas, las teorías y argumentos, incluidos los erróneos, pertenecen al «Mundo 3».

Los términos «Mundo 1 », «Mundo 2» y «Mundo 3» fueron escogidos conscientemente por su falta de color y por la arbitrariedad. Pero hay una razón histórica para llamarlos 1, 2 y 3: parece que el mundo físico existió antes que el mundo de los sentimientos animales; y  Popper conjetura que el «Mundo 3» no comienza hasta la evolución de un lenguaje humano estructurado.

El «Mundo 1» no influye en el «Mundo 2» ni en el «Mundo 3», o sea, no los hace actuar.  El «Mundo 2» puede actuar sobre el «Mundo 1», pero no actúa sobre el «Mundo 3» solo lo alimenta de productos, al igual que el «Mundo 1» proporciona la base o alimento del «Mundo 2».   Sin embargo el «Mundo 3» si que actúa modificando al «Mundo 2», actúa sobre el psiquismo, sobre la conducta, sobre la emoción humana, en definitiva hace actuar al «Mundo 2», y como consecuencia acaba actuando también sobre el «Mundo 1» alterando al mundo de los cuerpos físicos concretos. Por ejemplo: una ideología como el ecologismo pertenece al «Mundo 3», esta ideología afecta al psiquismo humano, influyendo en su forma de sentirse y conducirse en relación a la naturaleza, eso es «Mundo 2», y a su vez los hombres actúan sobre la naturaleza evitando una tala de arboles o una explotación minera a cielo abierto, objetos que pertenecen al «Mundo 1».  En este caso la naturaleza se ve afectada por la acción del hombre a su vez impulsada por la acción de las ideas que mueven la acción del hombre.  El ejemplo es contundente.

Siempre me ha gustado traer esta visión de los tres mundos de K.Popper a mis reflexiones, pues ayuda muchísimo a comprender como a lo largo de la historia de la humanidad se ha influido sobre la conducta humana.  Es  evidente que las ideologías en general, al igual que los contenidos del arte, de las religiones o de la filosofía tienen acción sobre el ser humano.  El desarrollo de los acontecimientos moviliza las voluntades humanas a partir de que se pone en escena un determinado contenido ‘eideico’.  Así por ejemplo la ideología capitalista pone en marcha una forma de mercado que es autónomo y que condiciona a los que viven de él y para él.  De la misma forma que el marxismo moviliza unas voluntades y las lleva a la acción, también lo hace el budismo de acuerdo a sus supuestos, el luteranismo o cualquier otro producto de la cultura humana que como dice Popper configuran un «Mundo 3» que no es ni el de los objetos ni el de los humanos, sino del producto de la elaboración humana gracias a la capacidad transmisora de ideas, conceptos, o sensaciones que emanan del lenguaje estructurado.  Los productos del «Mundo 3» tiene por tanto una vida y desarrollo propio que afectará a la conducta humana.

Si analizamos la influencia de las ideologías sobre los humanos podríamos abrir un debate que seria inacabable.  No he querido mas que entrar de pasada en el tema para retomar el eje de la reflexión allí donde la dejamos.  Así pues decíamos que el factor común a todos los sistemas que se han planteado el problema de escapar a la tendencia humana natural-animal ha sido la comprobación de que la propia naturaleza humana tiene un diseño que impide la permanencia de la auto-consciencia, motivo por el que se vuelve necesario controlar la conducta de los humanos con la imposición de códigos normativos que penalicen o premien la conducta final.   Pero también comprobamos que todos los sistemas dejan abierta la puerta a la posibilidad de vivir una vida natural-humana sin plantearse, obligadamente, que ir más allá de la mente natural sea una necesidad absoluta.

Muchos serian los que viven la vida sin esa necesidad y abrazan una vida de evolución mecánica, asociativa y digna, pero sin el objetivo de cambiar sus condiciones de partida.  Sin embargo, a pesar de estar rodeados de humanos de esta clase la buena vida humana es posible.  Ya que manteniendo el paradigma de que lo que tu hagas te harán, siempre es posible disculpar al que ignora o tiene flaquezas, para perdonar o disculpar hasta las conductas que más nos podrían perjudicar.


Es precisamente la necesidad de organizar lo humano la que nos lleva al que yo llamo ‘error de objetivo’ o objetivo equivocado. Me explicaré.

Al vivir en comunidad, el ser humano descubre que la animalidad, unida a sus capacidades psíquicas (intelectuales) deviene en maldad —entendida desde la óptica del daño que puede ocasionar a sus semejantes—.  Se vuelve necesario, mucho antes del desarrollo de una ética del comportamiento deducida por la filosofía, imponer una norma de comportamiento que tenga facilidad de comprensión y establezca ciertas condiciones que ‘obliguen’ al ser humano a comportarse de manera que no se pueda dar la maldad entre humanos sin consecuencias negativas para el causante.  Aparece un mandato que supuestamente es revelado a hombres escogidos que tendrán como misión conducir a otros hombres por el camino de la creencia, es la religión en cualquiera de sus formas.  En definitiva lo que se persigue es establecer normas, formas de conducta aceptadas que hagan posible la convivencia humana.   De las leyes que rigen al  hombre religioso mas tarde derivaran las leyes que organizan la sociedad civil y sus relaciones entre tribus o comunidades, mas tarde la organización social se hace más y más compleja hasta que aparece el derecho civil y el estado.   Así sucede que durante miles de años ‘el objetivo’ a perseguir es el cumplimiento de la norma.  Todo el acento, durante siglos, se pone en lo externo, en como limitar o conducir al ser humano, hacia unas promesas de premio o castigo que son diferentes según las religiones o ideologías, pero que todas tienen como fundamento convencer a los seres humanos que después de la muerte hay algo más.  Algo a lo que accederemos para bien si hemos hecho el bien o para mal si hemos obrado mal.  Obrar bien o mal en función de un sinnúmero de normas, códigos, mandamientos, mandatos, preceptos, practicas, etc.

Pero hay una pregunta que subsiste ¿se ha resuelto el problema con tanta norma y complejidad de códigos?  Solo parcialmente.  Si bien hemos conseguido una, más o menos, efectiva moderación de la conducta sensual-animal persiste el problema de una auto-consciencia permanente que permita al ser mantenerse en contacto con su ‘yo mismo’ y no caer en la identificación permanente con su personalidad.  De hecho la religión y sus secuelas consiguen enriquecer y hacer más solida la personalidad del creyente pero no resuelve la unificación permanente del principio mental en un solo ‘yo mismo’ auto-consciente y no identificado.

Dado que no es una necesidad biológica la de acceder a un nivel más elevado de consciencia, el transcurso del tiempo ha consagrado como validas las creencias religiosas para desenvolverse en la vida y dotar al ser humano de un ‘ser y estar en el mundo’ compatible con la vida en comunidad.

Cuando afirmaba que se yerra en el objetivo, me refería a que el verdadero objetivo para vencer la dificultad del ser para mantener una auto-consciencia permanente, no son normas ni códigos que depositados sobre la personalidad modelen la conducta, sino el conocimiento intimo del mecanismo psíquico por el cual el ser humano se identifica con sus acciones a través de la personalidad y sus variadas facetas. No podemos saber si ‘el que yerra en el objetivo’ posee intencionalidad, por tanto es sujeto, o si por el contrario es el devenir histórico propio de un producto cultural —perteneciente al «Mundo 3»—, en cualquiera de los dos casos parece como que a pesar del intento se hubiera decantado el proceso por la solución más rentable desde el punto de vista global de la humanidad, dejando al ser individual la posibilidad de ir más allá si esta es su voluntad verdadera. Como si el que ‘yerra en el objetivo‘ hubiera decidido o comprobado que en la naturaleza de lo humano el peso de la animalidad determinaría una tendencia casi imposible de soslayar.  


En cualquier caso,  sin acceso a la auto-consciencia permanente, el ser humano sigue siendo mecánico y sus respuestas serán matizadas por los devenires automatizados que ha ido adquiriendo a lo largo de la vida.  La mayoría, por no decir casi la totalidad, de los hombres, por morales, éticos, religiosos y creyentes que sean, seguirán sin poder cambiar aquellos rasgos que se formaron en la personalidad de forma azarosa y sin tener verdadero control de sus existencias.  El hombre visto así no deja de ser un autómata educado para seguir la corriente azarosa de la vida con el mejor resultado posible.