El problema de la libertad es una cuestión elemental en la construcción de nuestro ‘ser y estar en el mundo’. Es tan importante que la pongo en primer lugar de cualquier reflexión sobre el qué y el cómo de cualquier otra cuestión.
¿Somos libres?
El debate entre determinismo y libre albedrío es tan antiguo como el ser humano. Pero la evidencia de nuestras existencias nos dice que ni somos totalmente libres ni somos totalmente predeterminados. Quizás algunos filósofos en su afán por profundizar en esta cuestión la han llevado a la radicalidad, como Spinoza cuando afirma: ‘creemos ser libres, pero solo lo somos en la medida en que ignoramos lo que nos determina’.
Seguramente, probablemente, muchas cosas que no conocemos nos determinan, influyen o condicionan, pero eso no quita que tengamos electividad, o sea capacidad de elegir entre opciones posibles. Claro que en ultimo extremo, cuando ya hemos hecho la opción, siempre vendrá quien nos diga que la elección hecha era previsible por determinada condición previa. En definitiva tenemos margen para la acción, con una libertad condicionada, pero libertad en tanto que podemos elegir la dirección de nuestras acciones de una forma voluntaria en un momento dado. Digamos que actuar con libertad acaba siendo elegir entre lo posible.
Pero hemos de hacer algunas precisiones una vez adoptado el punta de vista ecléctico: ese que admite que nuestra libertad es real, aunque sea condicionada por muchos factores, algunos de ellos incluso desconocidos.
No podemos elegir las cartas que la vida nos reparte, pero si podemos jugar esas cartas de muchas maneras posibles. Por otro lado hemos de tener en cuenta que ser libres para intentar algo no tiene que ver con lograrlo solo por que lo hemos deseado o decidido. Por ello, cuanta más información acumulemos y mayor capacidad de obrar tengamos, mejores resultados tendremos del uso de nuestra ‘limitada’ libertad.
Nadie piensa verdaderamente que funciona como el motor de un automovil o como una hormiga programada por la naturaleza. Uno puede considerar que elegir libremente entre ciertas cosas es en algunas ocasiones difícil y que, a veces, es mejor decir que no hay libertad para no reconocer que libremente se prefiere, o se conforma, con lo más fácil. A veces exagerar el determinismo es una excusa para no ejercer la voluntad, y para justificar nuestras acciones o la falta de ellas.
En resumen: a diferencia del resto de elementos de la naturaleza viva, los hombres podemos elegir, en parte, nuestra forma de vida. Podemos elegir lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, y rechazar lo que nos parece malo e inconveniente. Pero como podemos elegir, también podemos equivocarnos. Y nuestro bienestar va a depender de la cantidad de veces que erremos. Habrá que darle mucha importancia a lo que hacemos y procurar adquirir maestría en el arte de ‘un saber vivir’ que nos permita acertar en las elecciones de nuestro obrar.
Al arte de vivir, es a lo que llamamos ética.