sábado, 23 de octubre de 2010

Las emociones negativas (I)


Para Marta y Raquel.
Ya va siendo hora de que os hable de las emociones negativas con más profundidad.  Durante vuestra infancia y adolescencia hice muchas veces referencia a ellas como algo contra lo que no se podía luchar, contra lo que no se podía negociar ni establecer dialogo.  Contra ellas —os explicaba— lo único que podéis hacer es percibir que, una vez bajo su influencia, es imposible parar el dialogo en el que os involucran. Cuando te sientes atrapado en ellas solo se puede quitar la energía que nos chupan no haciéndoles caso, echándolas del corazón, con un gesto que os enseñé,  tratando así de cerrar cualquier negociación a la que os impulsarían si les dabais crédito.   Sacarles la atención que os demandaban era el único camino….

Pues bien ha llegado el momento de deciros que la cosa es más complicada de lo que os dije entonces. 

Empecemos por definirlas.   Son emociones negativas todas aquellas emociones de violencia o depresión como:  la autocompasión, el miedo, la desconfianza, los celos, la ira, la sospecha, el aburrimiento, el desprecio, la venganza, la pena, la melancolía, el odio…

Algunas son descargas de alto voltaje, explosivas como la ira, otras son de bajo consumo por que se introducen dentro de nuestro funcionamiento y nos van socavando como los celos, la autocompasión o la sospecha.   Las más explosivas requieren más atención para evitarlas, pero se desmoronan con más prontitud y su efecto inmediato se desvanece, sin embargo el impacto sobre los demás puede ser perdurable y la causa de nuestra infelicidad.  Las de bajo consumo —como yo les llamo— tienen efectos más profundos en nosotros mismos, aunque en ocasiones no son visibles desde el exterior hasta que el daño es irreparable.   Es en este tipo de situaciones cuando el quitar la atención es más importante y el único camino para no seguir enganchado en un autodialogo que es un circulo vicioso de justificaciones y razonamientos que se alimenta de nuestra atención y nos conduce a la depresión, a la melancolía, a la autocompasión, a la perdida de ilusiones, etc.

Las emociones negativas pueden teñir nuestras vidas de unos colores que a menudo, cuando estamos serenos o lucidos, no nos gustan.   De hecho solo podremos hacer algo si a lo largo de nuestra experiencia vital hemos visto repetidamente como se nos llevan por delante y nos arruinan algo o parte de lo que podría haber sido diferente.  Las emociones negativas son causa de infelicidad y de imperfección en nosotros, ese es el motivo de que debamos aprender a evitarlas, y —si podemos— erradicarlas de nuestro funcionamiento psicológico y de la personalidad, o del conjunto de rasgos por los que somos conocidos, valorados o apreciados por los que nos rodean. 

Esta claro que si alguien piensa de sí mismo que su interior ya esta bien como esta no hará ningún esfuerzo por mejorarse.  El problema viene cuando sabiendo que no está bien como está —no gustándonos como somos en algunos o muchos aspectos—, decidimos cambiar.   El problema es que no podemos cambiarnos a nosotros mismos solo por que lo deseemos con mucha intensidad…