Muchos creen ser responsables de sus actos, hasta que surge un conflicto. Entonces las cosas nos llevan de inmediato a cuestionar la responsabilidad de esa acción que quizá nos perjudica. La responsabilidad es consecuencia del desarrollo de nuestra etica personal, y seremos proporcionalmente mas responsables cuanto mas desarrollo hayamos adquirido… Revela un talante ético quien, sin grandes esfuerzos, manifiesta ser el culpable de un determinado hecho. No todo da igual y no todo está bien: éste es el primer presupuesto del que hemos de partir. Sin la referencia a una tabla de valores no es posible entender el concepto de responsabilidad. Únicamente una clara jerarquía de valores y un cierto grado de desarrollo interno son capaces de garantizar un comportamiento adecuado frente a nuestros actos y sus consecuencias.
Hemos de reconocer que la palabra prudencia sólo la utilizamos referida a la conducción. Fuera de este contexto raramente el valor de la prudencia está presente en nuestras vidas. Cada uno dice o hace lo que quiere, cuando quiere y donde quiere. Únicamente la real gana parece ser la razón última de nuestras acciones sin tener en cuenta otros criterios, entre los que está la prudencia. Prudente es el que hace lo que debe en el momento oportuno (el kairós griego: tiempo adecuado) No cabe duda que hay en la prudencia una tensión moral: lo que se debe y no cualquier cosa. Incluso lo bueno puede dejar de serlo si no se realiza en el momento adecuado. La vida, y sobre todo la de relación, exige la presencia de la prudencia para evitar conflictos innecesarios. Hablar de prudencia es hablar sobre todo de la palabra oportuna. Esta es una de las tareas más convenientes para una buena convivencia (y también, en su caso contrario, la causa de grandes males). No todo lo que se puede decir, debe ser dicho, a menos que se trate del momento oportuno y en las circunstancias convenientes.
lunes, 12 de octubre de 2009
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