Sabed que os pusimos en el mundo sin vuestro permiso. Pero el proyecto de vida sobre el que impulsé vuestra crianza y educación no es un invento mio, es una herencia cultural. Su origen es múltiple y sus raíces están tanto en la moral cristiana como en el racionalismo ateo. Sois, y seréis, victimas como yo de mi propia herencia y de mi esfuerzo por enriquecer lo que me transmitieron, depurando, mejorando, apartando -a veces- elementos que a otros parecían validos, con el criterio propio que con los años se va generando en uno mismo. Sois fruto de un esfuerzo. Del esfuerzo por SER, mas que del esfuerzo por TENER; aunque no me escondo al decir que os he querido enseñar, también, la importancia del tener.
Básicamente espero de vosotras que respondáis a la educación y formación recibida que se resume en los siguientes puntos:
- Enseñaros a reconocer que el mundo no es perfecto y que se ha de aprender a vivir en esa imperfección con el mayor grado de felicidad posible.
- Enseñaros a reconocer que la realidad se nos oculta a menudo detrás de nuestras propias ilusiones, autoengaños y mentiras.
- Enseñaros que el camino para conseguir un equilibrio personal es un camino de esfuerzos nunca un camino que hace bajada.
- Enseñaros que la experiencia de los demás es valiosa, sobre todo de los que han pasado por los mismos lugares antes que vosotras.
- Enseñaros que el componente principal de las relaciones personales es el afecto. Sin afecto las relaciones con las personas son como los engranajes que no tienen aceite. Se acaban recalentando, crujiendo y a menudo rompiendo.
- Enseñaros que el sentimiento afectivo es cultivado por nuestro desprendimiento. Nos sentimos bien cuando el reflejo (como el de un espejo) del bien que hacemos por los otros se nos devuelve desde los demás en forma de afecto, de aprecio, de halago o de consideración. Pero si no proyectamos bien alguno hacia los demás o lo hacemos solo en la apariencia del quedar bien…. Si no hay esfuerzo en la acción que hacemos por los demás…. Si mayormente todas nuestras acciones son egoístas… Entonces nuestra capacidad para dar y recibir afecto se va encogiendo con el tiempo.
Granollers, febrero 98