sábado, 19 de enero de 2008

Hoy cumplirias 83 años, papá...


Si, hoy cumpliría 83 años... y en su recuerdo rescato algo que escribí a una de mis hermanas en aquellos días en los que presagiábamos una despedida.


Querida hermana: La tristeza es siempre una emoción negativa. Me siento próximo a tus sentimientos. Me ha gustado tu capacidad para expresarlos y tu sinceridad. En cuanto a saber lo que pasa por la cabeza ajena, en este caso la de nuestro padre, me parece que cada vez veo con menos claridad… si, no sé a que sea debido, pero en estas ultimas semanas las cosas no se me muestran tan claras… ya no me atrevo a hacer diagnósticos sobre la forma de reaccionar ante la muerte que muestra el papá. No sé si es justo por mi parte atreverme a recomendarle que haga o piense algo, o simplemente aconsejarle en determinada dirección. No solo ante él, que es la prueba de la validez de un supuesto, sino siquiera mentalmente ante mi mismo cuando lo reflexiono en la soledad de mis madrugadas.

Sin embargo hay ciertas cosas que deberían ser verdades absolutas, ¿no? Y ante ellas nuestra mente analítica a menudo sucumbe. Al ceder, es cuando aparece el juicio que en principio quiero rechazar. Pero…¿sin juicio (al menos de intenciones) puede haber ayuda? También me pregunto intensamente sobre esto.

La verdad sabemos que es relativa y la certidumbre una trampa que esconde los pequeños matices de la realidad. Nos vemos impelidos a juzgar, y cuando lo vamos a hacer, nos damos cuenta de que la verdad que vamos a soltar por la boca, contiene en si el germen de alguna incertidumbre, tras la cual se escondería otro nivel de verdad al que no hemos sabido o podido llegar. Pero si nos callamos, si no juzgamos, no accionamos. Y estamos tan acostumbrados a la ayuda en acción que nos encontramos inútiles… cuando no, culpables por omisión… Si supiéramos hacerlo…¿lo dejaríamos de hacer solo porque sabiendo más también tendríamos más dudas sobre la validez universal de nuestra propia visión? ¿Es un círculo vicioso? Quizás solo sea una metáfora de nuestra propia existencia. Lo importante no es el resultado sino el camino que se hace mientras la vida dura.

La vida de mi padre me esta transfiriendo contenidos importantes (a ti también), por tanto su vida es trascendente. Si. Él, con su intimidad yoica que no puedo conocer ni juzgar, tiene Trascendencia. Ahora soy yo quien la percibe y por tanto la reflejo. No importa que nadie más la observe, no importa que él mismo no sea consciente, no importa si son errores (a nuestro entender), la Trascendencia existe por si misma (es un ‘meme’, pero de esto ya hablaremos otro día). Una parte importante de él habitará en mi para siempre. El rastro de la luz es independiente del foco que la originó y adquiere dimensión temporal y existencia propia más allá del momento en que se apaga el foco. Es por todos estos pensamientos que consigo mantener en positivo mis emociones y puedo seguir aconsejando… descubro que, solo si respeto la individualidad que no puedo tocar de ninguna manera, solo así puedo acercarme con sentimiento de ayuda y mantenerme en esa lucha entre juzgar y no juzgar, actuar y omitir, sentir compasión y sentir querencia… efectivamente estoy triste como tu, como muchos de nosotros… pero también como tu intentaré que ‘esta pena sea en definitiva una emoción positiva’.