viernes, 12 de octubre de 2007
Cartas otoñales a mi padre
Querido padre: son las 5 de la mañana del lunes y en la vida corriente ha pasado otro fin de semana, otro más. Sin embargo para mí y para ti no ha sido uno más sino uno de los que nos quedan para estar juntos. No sabemos si serán muchos o pocos pero quiero vivirlos como si cada uno fuera el último. No puedo evitar mi destino ni apartar de mí la tarea que tu enfermedad me tiene preparada. Como bien sabes, el cáncer no es una enfermedad cualquiera, es una enfermedad terminal. Ni tu has querido que te engañen ni nosotros hemos preferido para ti la anestesia de las mentiras piadosas. Has elegido con nosotros un camino que no es fácil y la cuesta que va viniendo se va ha hacer dura.
Los días otoñales como este primer domingo de Octubre serán un recuerdo imborrable. Hoy hemos dado un breve paseo del brazo: Muntaner abajo hasta la Despensa de Laforja y regresar. Algo sin importancia para el mundo, pero hermosísimo para mi recuerdo. Ojalá te haya llegado tan intensamente como a mí, la luz ya amarillenta de esta mañana de otoño, la nitidez de la atmósfera cuando, subiendo por Muntaner, veíamos el Tibidabo cargado de recuerdos de infancia encima nuestro. Quiero que mis impresiones se sumen a las tuyas, que se crezcan, que las potencien y que juntas te alimenten, te nutran y te den ganas de vivir los días que te quedan, con mayor intensidad. Pues si cada día viviéramos como si fuéramos a morir al día siguiente, nuestra existencia seria mucho más intensa. Por eso, ahora mas que nunca tienes que aplicar esto a tu vida. Trata de saborear los pequeños placeres del día a día como si cada uno de ellos fuera el último. Imagínatelo con el ejemplo de un cigarrillo. Si te dijeran que iba a ser el último fíjate como lo ibas a saborear… le sacarías verdaderamente todo el placer que ese pequeño acto contiene en si. Sé que no te gusta que te den sermones. No estoy haciéndolo. Solo estoy escribiendo a “mi viejo” que se me va sin que pueda hacer nada para evitarlo… estoy llorando el dolor anticipado que tu ausencia me ha de producir. Deseo aprovechar cada instante que me queda de tu compañía… por eso ayer noche cuando me preguntaron en casa a donde iba después de cenar y les dije que a ver el plus contigo, me miraron extrañados pues no es habitual en mi tanta afición al fútbol… y es que mi afición principal no estaba en el ver el fútbol, que también me gusta, sino en el acompañarte mientras tu lo veías. Perdóname el egoísmo pero quiero estar a tu lado para capturar cada uno de esos ratitos en que me miras con mirada de triste resignación que comprendo…quizás más que nadie en este mundo. Pero, deja que te recuerde lo que me has dicho mientras caminábamos juntos lentamente. Tu mano apoyado en mi hombro, tu otra mano en el bastón. Me decías que en Misa de once habías rezado y le habías pedido a Dios que te diera fuerzas… te confieso que en ese momento la luz se ha hecho más luz y el contacto con tu mano en mi hombro ha sido como el abrazo que quisiera darte a cada rato…se me ha escapado una alegría en forma de: ¡que bien! y seguidamente te he dicho que yo también rezaba, a mi agnostica manera, por ti. Y has de saber, que ya sé que lo sabes, que lo hacemos muchos a tu alrededor… la mamá la que más sin duda.
Debes de reunir tus escasas fuerzas y reservarlas para los momentos difíciles. Has de hacer limpieza. No solamente en lo físico, en los rincones de tu materialidad, sino en los rincones de tu corazón. Ahora que todavía tienes la lucidez necesaria entrégate a ello y hazlo con la ayuda que tu creas… pero no lo dejes para mañana. Haz tus deberes ahora y aplica lo que tantas veces nos has repetido a tus hijos: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Limpia tu corazón de rencores innecesarios, de manías, de prejuicios acumulados por los años, de viejas cuentas sin saldar que tengas con alguna persona. Tú tienes tiempo, pero el tiempo corre y no sabes hasta cuando. Cada noche al acostarte reza y piensa un momentito en lo que tienes pendiente. Y cuando cierres los ojos pídele a tu Dios que se haga su Voluntad y espera, con Esperanza, que Él te dé un día más. Yo lo estoy haciendo cada día por ti y por mí.
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Querido padre: son las 6 de la mañana de otro lunes que en la vida corriente marca el principio de otra semana más. Para nosotros es una de las que nos queda para hacerte compañía. No quiero que te sientas triste leyendo estas líneas. No te apenes pues solo deseo trasladar mis sentimientos para que ellos trasciendan por ti tu existencia. Alégrate pues te has de saber útil, a pesar de tu enfermedad, hasta el último momento. Eres útil a nuestro amor de hijos permitiendo que este ocaso tuyo sea una primavera para nuestros sentimientos filiales.
La Vida, para mi, o para otros el largo dedo de Dios, tiene muchas formas de escribir. Quizás una forma de escribir torcido sea hacerlo a través de una de tus obras. De mi mismo. Lo comprendí ayer tarde cuando me apretabas las manos, reteniéndolas entre las tuyas más de lo habitual. Soy muchas partes de ti mismo… En definitiva soy gracias a vosotros dos: a la mamá y a ti. Tú tuviste una intensa vida que ya apenas evocas en tu cansancio actual. Viéndote ahora, no quiero verte acabado o derrotado, como seria fácil, quiero pensarte simplemente cansado. Tu vida se ha gastado de tanto ir de aquí para allá en los vericuetos de la existencia. ¿Quienes somos nosotros para juzgar si ha sido bien o mal gastada? ¿Quien sabe los denarios que te fueron entregados? A menudo las tentaciones humanas nos hacen pensar críticamente sobre las acciones de los demás… es en estas ocasiones, frente a la proximidad de la muerte, cuando la grandeza de nuestro espíritu se ha de sobreponer a las miserias que todos hemos arrastrado un día y otro de nuestra existencia… Ahora se hace más lucida la mirada interior que me gustaría compartieras conmigo, pues, si miro mi proceder, tantas veces errado, otras acertado, acabo apartando de mi corazón y de mi lengua cualquier reproche que pudiera surgir hacia la conducta ajena. Es cuando paso por esta experiencia cuando más veo, más holisticamente comprendo, el misterio de la Trascendencia. Estoy recibiendo de ti, ese yo profundo que da nueva vida a mi espíritu, pues esto que estoy pensando y sintiendo ahora, procede directamente de ti. Asisto al inicio de una nueva forma de transferencia que hasta ahora no había captado. Gracias por ello y porque me has encargado, apenas ayer, parte de tu trascendencia inmediata y terrenal al hacerme depositario de tus películas, de los recuerdos de nuestra infancia. El resto de tus hijos, mis hermanas, recibirán, así, el fruto de tus deseos.
No quiero despertar tu descanso. Ayer tarde me quedé un largo rato a tu lado viendo como dormitabas. Al pensar en tu vitalidad a la baja, pensé en mi propia existencia y deseé para mi unos ojos que atendieran mis semisueños finales. Puedo entender porque ya apenas podemos aliviar tus males. Ahora tienes pocas necesidades. Comer poco, descansar cuando puedes, compañía de presencia, que no de conversación que te fatiga…la mamá cubre todo ello con amor y entrega. Una vez más, ella, -que lo ha hecho miles de veces-, fundirá hasta el final su papel de esposa con su papel de madre… contigo. Al acercarnos al fin, nos hacemos nuevamente como recién nacidos…las necesidades básicas y el contacto que da cariño nos lo proporciona la madre. Si. Quedan pocos resquicios para serte útil, para ser presencia en tu existir… pero sigo pensando en ti todo el día, como todos los que te queremos, aunque no podamos estar a tu lado mismo todo lo que quisiéramos.
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Querido papá: ha pasado otra semana más desde la última vez que te escribí. Esta semana parecía que te veía algo mejor…sin embargo me apena no poder hacer mucho más por ti, por eso hoy te quiero pedir perdón por las deudas que a lo largo de mi vida he contraído contigo. Sé que me has perdonado ya muchas veces… y sé que quizás no haga falta volvértelo a pedir. Pero necesito que antes de dejarnos me disculpes de todo aquello en lo que pude faltarte, a sabiendas o sin saberlo, por acción o por omisión. Y quiero hacerlo tanto por mí, como por ti. Una vez más me gustaría, deseo al menos intentarlo, que a mi través se exprese tu generosidad perdonando. Primero a mi, y me pongo por delante porque soy tu primogénito y sé que te será más fácil hacerlo. Después, a tus otros deudores, aunque ellos no te lo pidan. Pues… como podremos esperar misericordia si antes no hemos perdonado a nuestros deudores? Es por eso que es tan importante captar el sentido profundo de la oración por excelencia, ese Padrenuestro que aprendí de vosotros cuando era pequeño. En ese rezo se invierte el sentido de la demanda de perdón para no hacer tan explicito que solicitamos un favor a cambio de otro. Pero en realidad es así. Próximos al encuentro final, al cara a cara con una Eternidad que nos puede encadenar o liberar, nos hemos, te has, de dar cuenta de que sin la Infinita Misericordia del Bien no tenemos opción, pues es tanto lo que nos ha quedado por hacer, es tanto el bien que pudimos hacer a los demás y no hicimos, es tanto lo que se nos ha de perdonar, es tanto lo que no se nos ha de tener en cuenta… que si no existiera una capacidad de perdón inmensa no tendríamos ninguna oportunidad de salir indemnes.
Pero, cuando honestamente miremos hacia dentro… hemos de tener un instante de lucidez para sentir vergüenza y arrepentimiento: pues como vamos a pedir misericordia si nosotros todavía no hemos perdonado a nuestros deudores? Menuda desfachatez la nuestra si pedimos para nosotros el favor del perdón y no hemos sido previamente capaces de perdonar las miserias humanas por las que sentimos que los demás nos están en deuda. Si, si, esas deudas que decimos que no lo son… pero no olvidamos. Esos reproches que en nuestro interior seguimos haciendo por ese respeto que no me tuvieron; o por ese consejo mío que no me siguieron; o esa vida que alguien dirigió hacia lugares, según mi forma de ver, equivocados, o ese desinterés que alguien me mostró; o esa falta de atención que creo que tuvieron para con mis intereses, o…etc. etc. etc. Cuantas cuentas te han dejado pendientes, cuantas gentes, a veces muy próximas, te deben algo… con las consecuencias que ello ha tenido para casi toda una vida… Todo eso se ha de perdonar si quieres perdonar a tus deudores. Sé que eres y siempre has sido generoso y que ya has perdonado a todos, pero repasa tus deberes por si te ha quedado alguna pendiente en algún lugar del corazón.
Te dire, ya sé que lo sabes, que si hubiéramos aplicado cada día de nuestra vida el perdón de los deudores seriamos santos. Si, si. Ya sé que no lo somos ninguno de nosotros. Pero no está demás aceptar que, si cada día hubiéramos cerrado la caja de nuestra contabilidad humana con perdidas, en la hora final estas perdidas no serian otra cosa que ganancias.
Perdónanos nuestras deudas, padre, para que así perdonándonos puedas pedir con la cara bien alta, tu también, perdón a tu Padre que está en los Cielos.
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