lunes, 21 de mayo de 2007
Construir el pasado desde otra nueva oportunidad...
Donde el pasado perdura no es en las cosas que vemos y que hacemos cada día, o que creemos tener pero que son prestadas. El pasado tampoco son los recuerdos, cera blanda que a menudo los años acaban deformando. El pasado es la mañana de esta tarde que vivo ahora mismo mientras trato de recuperar sentimientos que antes quizás no he querido reconocer como propios.
Desearía ser roca de tu torreón seguro
y firme asiento donde construir juntos
nuestros futuros de plenitudes inciertas.
Y aprender del pasado, desde dentro de uno mismo, mientras crecen las raíces de los sentimientos, al mismo tiempo que dejamos distancia y enfriamos los sentidos que reclaman como animales su dominio. Y hacerlo lentamente, -sin forzar el alma de las cosas, de los sucesos o de las personas-, es asi como nos llegara, desde el futuro anticipado, lo que reconoceremos más tarde como el pasado...
Sabiendo que las palabras son solo eso,
-pues los hechos siempre nacen huérfanos-,
ya que solo el deseo sustituye al tiempo.
Y vivirte apasionada y tierna como eres,
como te surge cuando se escapa el cariño,
ese que tú me lanzas y yo te veo venir
de ti a mí desde mas allá de lo que haces.
Y saber mirar al frente con la mirada clara, aferrándose a la esencia de las relaciones humanas, no a la anécdota ni al adorno que distrae; al amor, si, a la estima que no mira atrás o pide intereses por el préstamo, por que en realidad vivir es amar en uno mismo los reflejos de los otros, tanto de los que nos han querido antes, como de los que sin saberlo nos amaran en un futuro que un día también será nuestro pasado.
No sé porqué, ni tu tampoco seguramente,
pero los dos sabemos que poco cuesta
ser cobarde y no prender la mano abierta
rechazando lo posible, por miedo a volar
hacia horizontes de renuncia, sin certezas…
Nadie firma préstamos de duda, ya lo sé,
y yo te lo estoy pidiendo entre beso y letra,
entre ternura y razones que no comprenden
la bondad de las verdades que nos llenan…
Si. Nuestros hechos son primero voluntades.
Por que el pasado es un presente construido con sentimientos que caducan, como el atardecer melancólico que se nos lleva la noche convirtiéndolo en el pasado de un momento mortal. Y la palabra escrita, como la imagen, es la voluntad que hace al momento eterno, trascendente más allá del olvido de la memoria. Un olvido que solo la noche de cada día transformará en sueños del pasado.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)